Ante la hipocresía y el fanatismo me rindo,
con un suspiro que lleva el peso del desencanto,
en un mundo de máscaras y gritos sin sentido,
La hipocresía, con su rostro cambiante,
es un espejo roto que refleja mentiras,
promesas huecas, gestos vacíos y falsos,
que desdibujan la verdad y envenenan el alma.
El fanatismo, con su fuego ciego y furioso,
consume la razón, ahoga la voz del diálogo,
dividiendo corazones, sembrando odio y miedo,
en su sombra oscura, la esperanza languidece.
Me rindo, no por debilidad, sino por cansancio,
de luchar contra un muro de indiferencia y engaño,
de buscar claridad en un mar de confusión,
donde la sinceridad y la empatía parecen un sueño lejano.
Pero en esta rendición hay un eco de resistencia,
un anhelo persistente de un mundo diferente,
donde la verdad sea el norte y el respeto la guía,
donde la humanidad florezca, libre de cadenas y prejuicios.
Aunque me rinda hoy ante la hipocresía y el fanatismo,
mi espíritu busca todavía la luz en la oscuridad,
esperando que en algún rincón, en algún gesto sencillo,
la autenticidad y el amor prevalezcan y triunfen al final.
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