Desde el umbral de casa hasta la vereda, la cuadra se desplegaba como una gran familia, unida no solo por la cercanía física, sino por un sinfín de historias compartidas. Cada vecino era un personaje único en este pequeño universo, donde los días transcurrían entre saludos, anécdotas y el ir y venir cotidiano.
Al salir de casa, justo al lado, vivían Tilde y Oscar, un matrimonio inolvidable con quienes compartimos tantas cosas: desde cumpleaños bulliciosos hasta la línea telefónica que, en aquellos tiempos, se volvía un bien preciado.
Siguiendo hacia Tronador estaba la casa de Alfredo, que vivía con su madre, doña Elena, y su hermano Francis. Con el tiempo, Francis y Alfredo se casaron y así la familia fue creciendo, sumando nuevas caras y alegrías a la cuadra.
Al llegar a la esquina, se alzaba la casa de don Pedro y doña Irma, siempre acompañados por sus dos hijas. Cruzando la calle vivía don Arnaldo con su esposa, padres de Ana María, Zulema, Kin y el pequeño Arnaldo. A su lado, donde hoy vive Ana María con su propia familia, había una casa que solía alquilarse, por donde pasaron varias familias que dejaron sus recuerdos.
Junto a ellos, en la casa que hoy ocupa Gustavo con los suyos, vivía Lili con su esposo y sus hijos, Juan y Ester, siempre alegres y llenos de vida. Más adelante, por la misma vereda, se encuentra ahora el taller de Marcelo, pero en otros tiempos allí vivieron sus padres y antes sus abuelos, testigos silenciosos del paso del tiempo.
Frente a nuestra casa vivía doña María, quien alquilaba parte de su hogar. Luego la casa se remodeló y llegó una nueva familia. Al lado estaba el alemán, un pintor que con su esposa y su hija iban y venían cargando grandes latas de pintura y altas escaleras, siempre dejando rastros de color en la cuadra.
A continuación vivía don Manuel con su señora y sus hijos, Jorge y Jesús, que durante años fueron dueños de la concesión del bar sobre el andén de la estación Saavedra, allí en la calle Plaza. Un poco más adelante, hacia la misma plaza, vivía Piyoco con su madre y su familia. Luego se mudó don Ángel con su esposa y sus tres hijas, y al lado estaba Alejandro, siempre atento a todo, junto a su madre.
Al lado de Alejandro y su madre vivía Chencho con toda su familia, justo en la esquina del pasaje y Plaza del lado impar. Cruzando, ya estaba la esquina donde vivía Loño, un exjugador de fútbol de Chacarita, amante del Delta, quien tuvo la idea y el empeño de traer los álamos que hoy están plantados en el terreno del ferrocarril, rodeando el alambrado de la vía.Viniendo hacia Tronador, al lado de Loño vivía Portela con su esposa y sus hijas, un enfermero de hospital que además criaba perros de raza. Su casa era un chalecito de madera y chapa, envuelto en vegetación, casi como un pequeño bosque urbano. A su lado, acercándonos a mi casa, vivía Juan Blanco con su familia; hasta hace poco allí habitaba Raúl, su hijo, con su señora.
Después venía la casa de Yunque y Pibe, hijos de un alemán sobreviviente del gran naufragio del Admiral Graf Spee, que decidieron quedarse en Argentina tras aquella tragedia en alta mar. Y al lado, una casa que conoció a tres familias distintas a lo largo de los años, hasta que se estableció un matrimonio que convivió largo tiempo, hasta que no hace mucho el hombre quedó solo, tras la partida de su esposa.
Y finalmente, mi casa: donde crecí junto a mis padres y mi hermana, construyendo capítulo a capítulo nuestra propia historia, entrelazada con las de todos nuestros vecinos, en esta cuadra que siempre fue mucho más que un simple lugar en el mapa: un auténtico hogar compartido.