miércoles, 2 de julio de 2025

La camiseta del Valderrama Club era rayada verticalmente con tiras rojas y amarillas. Así eran todas las camisetas de aquel equipo. Recuerdo que una vez encontré el libro de actas y una de esas camisetas, pero con el correr del tiempo terminaron por deteriorarse. La camiseta estaba evidentemente mal guardada, y el papel del acta se deshizo, apenas lo toqué.
Mi padre era el presidente del club, acompañado por algunos vecinos que hacían de vocales. Siempre contaba, entre risas, que era muy malo jugando al fútbol, por eso se dedicaba a la parte administrativa.
Las medias a rombos que usaba el equipo las había tejido don Pedro, que vivía en la esquina y tenía allí mismo una fábrica de medias. Hoy de ese lugar solo queda una cortina verde y una puerta que da a lo que fue aquel local.
Donde hoy se alza la General Paz, antes había una canchita de fútbol y un campito donde el equipo se entrenaba. Toda esa zona era campo abierto. Desde la esquina de la calle Plaza, si uno miraba hacia el norte, lo único que se veía eran las vías del tren y el horizonte.
Aquí compró mi abuelo el terreno. De regalo, solían venir unos cuantos ladrillos, porque para muchos era el fondo de la Capital. Eran tiempos de calles de tierra, zanjas y casillas de madera, o piezas de madera, como decían mis abuelos, donde se instalaron cuando comenzaron a vivir en este pasaje.
Recuerdo también aquella mañana, ya pasado el tiempo, en que mi madre me sacó todo embarrado de la zanja donde jugaba, me sentó en la vereda de tierra, y juntos vimos cómo llegaban las máquinas que comenzaron a pavimentar la cuadra. Fue ahí mismo donde alguna vez, allá lejos y hace tiempo, estuvo la sede del querido Club Valderrama.
Desde allí, por las tardes, solían salir con los vecinos Yungue y el Pibe (Paul) en una bicicleta tándem (una bici doble) a pescar detrás de lo que hoy es el estadio de River. Si pasan por la Lugones, verán que al costado de la vía se levanta una pared bastante ancha, de un metro de altura, más o menos. 
Parados ahí, más de una vez iban a pescar, porque hasta esa altura llegaba el río en aquellos tiempos.
Estas son historias y recuerdos de una zona del barrio con mucha historia, poblada de vecinos que ya no están, y de memorias que se pierden en el tiempo, sin que los actuales habitantes sepan todo lo que pasó por este hoy tan transitado pasaje.

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