En San Telmo hay una esquina
donde el tiempo se detiene,
y el bandoneón ilumina
lo que la noche retiene.
Desde el 67 canta
una historia en compás lento,
donde el alma se levanta
cuando empieza el movimiento.
Bar Sur, templo de las nostalgias,
copas llenas de recuerdos,
miradas que en las distancias
se encuentran en los entreveros.
Hay un perfume en el aire
que no viene del licor,
es la pena hecha donaire,
es la gloria del dolor.
En sus mesas, los fantasmas
de Gardel y de Troilo,
murmuran viejas palabras
como en un pacto sin ruido.
Milongueros de otras eras
aún giran, leves, eternos,
en cada vuelta sincera
de un abrazo verdadero.
No es un bar, es un santuario,
es un pulso en la ciudad,
un rincón donde el calendario
pierde toda autoridad.
Y aunque el mundo dé mil vueltas
y otros ritmos lo seduzcan,
hay un Sur que nunca suelta
las raíces que lo embriagan.
donde el tiempo se detiene,
y el bandoneón ilumina
lo que la noche retiene.
Desde el 67 canta
una historia en compás lento,
donde el alma se levanta
cuando empieza el movimiento.
Bar Sur, templo de las nostalgias,
copas llenas de recuerdos,
miradas que en las distancias
se encuentran en los entreveros.
Hay un perfume en el aire
que no viene del licor,
es la pena hecha donaire,
es la gloria del dolor.
En sus mesas, los fantasmas
de Gardel y de Troilo,
murmuran viejas palabras
como en un pacto sin ruido.
Milongueros de otras eras
aún giran, leves, eternos,
en cada vuelta sincera
de un abrazo verdadero.
No es un bar, es un santuario,
es un pulso en la ciudad,
un rincón donde el calendario
pierde toda autoridad.
Y aunque el mundo dé mil vueltas
y otros ritmos lo seduzcan,
hay un Sur que nunca suelta
las raíces que lo embriagan.










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