Mirá, Bepi, esto no es un bar nomás,
es un templo de tiza y de humo,
donde el tiempo se sienta a charlar
y el silencio se parte en el aire.
Acá nací sin partera ni cura,
entre mesas de paño gastado,
con la yapa de alguna ternura
que algún viejo cantor me ha dejado.
En el noventa y cuatro, la historia
tiró un taco y largó la partida,
y la Avenida, aún moza en su gloria,
nos cedió esta esquina querida.
Treinta y seis eran las mesas sagradas,
y un subsuelo que hablaba en secreto,
donde el eco de bolas cruzadas
dibujaba el compás de un soneto.
Federico, pasó por acá sin hacer barullo,
pero el aire quedó castellano
y los versos flotando en los pocillos.
Los franceses, con toda su pinta,
levantaron el rancho elegante,
y en sus muros quedó la distinta
dignidad de un pasado vibrante.
No sabes lo que fue el despelote
cuando dijeron, Lo venden, muchachos.
Y el rumor de una pizza sin molde
nos dejó con la angustia en los tacos.
Pero el barrio, vos viste, no olvida.
Resurgimos del polvo, del drama.
y otra vez el billar en la vida
y otra vez la pasión en la llama.
Y aunque el mármol se raje en la esquina,
y algún foco no alumbre el salón,
cada tiza que gira en la mina
sigue hablando del viejo rincón.
Hoy se juega, se canta, se sueña.
Se es una milonga bajita en la mesa.
Y en el fondo, mi voz, que reseña
una historia que aún no cesa.
Así que entra, no te me achiques.
Pedite un cortado bien negro,
y entendé que hay lugares que,
te devuelven al alma alegría.
es un templo de tiza y de humo,
donde el tiempo se sienta a charlar
y el silencio se parte en el aire.
Acá nací sin partera ni cura,
entre mesas de paño gastado,
con la yapa de alguna ternura
que algún viejo cantor me ha dejado.
En el noventa y cuatro, la historia
tiró un taco y largó la partida,
y la Avenida, aún moza en su gloria,
nos cedió esta esquina querida.
Treinta y seis eran las mesas sagradas,
y un subsuelo que hablaba en secreto,
donde el eco de bolas cruzadas
dibujaba el compás de un soneto.
Federico, pasó por acá sin hacer barullo,
pero el aire quedó castellano
y los versos flotando en los pocillos.
Los franceses, con toda su pinta,
levantaron el rancho elegante,
y en sus muros quedó la distinta
dignidad de un pasado vibrante.
No sabes lo que fue el despelote
cuando dijeron, Lo venden, muchachos.
Y el rumor de una pizza sin molde
nos dejó con la angustia en los tacos.
Pero el barrio, vos viste, no olvida.
Resurgimos del polvo, del drama.
y otra vez el billar en la vida
y otra vez la pasión en la llama.
Y aunque el mármol se raje en la esquina,
y algún foco no alumbre el salón,
cada tiza que gira en la mina
sigue hablando del viejo rincón.
Hoy se juega, se canta, se sueña.
Se es una milonga bajita en la mesa.
Y en el fondo, mi voz, que reseña
una historia que aún no cesa.
Así que entra, no te me achiques.
Pedite un cortado bien negro,
y entendé que hay lugares que,
te devuelven al alma alegría.

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