Sobre la calle Suipacha vibra un eco de antaño,
de tazas humeantes, de tango y murmullo,
un rincón de la historia con techo de orgullo
y vitrales que guardan el tiempo en sus mesas.
La fundó un gallego con sueños de espuma,
Manuel, el de acento de mar y taberna,
que alzó entre los muros de un alma interna
un palacio de aromas, de luz y de bruma.
Belle Époque en dorados, espejos y encajes,
donde el arte respira en cada rincón,
y el mármol conversa con discreción
sobre amores furtivos y viejos linajes.
El ingeniero González trazó su estructura
con gesto elegante, y visión sin medida,
y así se fundó La Ideal en su vida,
donde el tiempo se viste de arquitectura.
Pasaron poetas, ministros y actores,
tertulias, milongas, política y vino,
con mozos atentos, y aquel pan divino
que endulzó las bocas de tantos doctores.
Hoy resiste el olvido, aún vibra su canto,
con alma de radio y perfume a novela,
la ciudad la acaricia, la cuida y consuela,
porque hay sitios que son más que un manto.
La Ideal no es un sitio, es un modo, un instante,
es un Buenos Aires que nunca se rinde,
que en medio del ruido, sueña y se deslinde
tomando un café en su mesa elegante.
de tazas humeantes, de tango y murmullo,
un rincón de la historia con techo de orgullo
y vitrales que guardan el tiempo en sus mesas.
La fundó un gallego con sueños de espuma,
Manuel, el de acento de mar y taberna,
que alzó entre los muros de un alma interna
un palacio de aromas, de luz y de bruma.
Belle Époque en dorados, espejos y encajes,
donde el arte respira en cada rincón,
y el mármol conversa con discreción
sobre amores furtivos y viejos linajes.
El ingeniero González trazó su estructura
con gesto elegante, y visión sin medida,
y así se fundó La Ideal en su vida,
donde el tiempo se viste de arquitectura.
Pasaron poetas, ministros y actores,
tertulias, milongas, política y vino,
con mozos atentos, y aquel pan divino
que endulzó las bocas de tantos doctores.
Hoy resiste el olvido, aún vibra su canto,
con alma de radio y perfume a novela,
la ciudad la acaricia, la cuida y consuela,
porque hay sitios que son más que un manto.
La Ideal no es un sitio, es un modo, un instante,
es un Buenos Aires que nunca se rinde,
que en medio del ruido, sueña y se deslinde
tomando un café en su mesa elegante.

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