En la entraña de Corrientes,
donde el humo huele a cuentos,
un gato negro, siempre atento
vigila siglos de inventos.
Victoriano, andaluz,
cruzó el mapa por amor,
con el alma en un baúl
y el aroma del sabor.
Desde Úbeda hasta el Plata
trajo el sol de las especias,
el recuerdo que no mata
y la historia que no cesa.
Montó un reino entre infusiones,
tés de Ceilán, clavo y canela,
y en sus noches orientales
una cena fue leyenda.
Gato negro en el menú,
con cascabel y figura,
como amuleto y tributo
de una cena con ternura.
Madrid le dejó su huella
en un café de otro tiempo,
y al poner nombre a su estrella
honró su viejo epicentro.
Roble, mármol y nobleza,
pisos que crujen historia,
de un linaje con firmeza
que aún respira memoria.
Un café no es solo un trago,
es ritual, charla, poema,
y este gato negro y mago
te lo sirve en cada mesa.
Hoy el nieto cuenta y cuida
lo que el abuelo sembró:
una esquina que es abrigo,
donde el alma se quedó.
donde el humo huele a cuentos,
un gato negro, siempre atento
vigila siglos de inventos.
Victoriano, andaluz,
cruzó el mapa por amor,
con el alma en un baúl
y el aroma del sabor.
Desde Úbeda hasta el Plata
trajo el sol de las especias,
el recuerdo que no mata
y la historia que no cesa.
Montó un reino entre infusiones,
tés de Ceilán, clavo y canela,
y en sus noches orientales
una cena fue leyenda.
Gato negro en el menú,
con cascabel y figura,
como amuleto y tributo
de una cena con ternura.
Madrid le dejó su huella
en un café de otro tiempo,
y al poner nombre a su estrella
honró su viejo epicentro.
Roble, mármol y nobleza,
pisos que crujen historia,
de un linaje con firmeza
que aún respira memoria.
Un café no es solo un trago,
es ritual, charla, poema,
y este gato negro y mago
te lo sirve en cada mesa.
Hoy el nieto cuenta y cuida
lo que el abuelo sembró:
una esquina que es abrigo,
donde el alma se quedó.

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