A metros del San Antonio,
cuando la niebla tejía su velo
sobre el agua callada,
encontré la luz de tus ojos
iluminando el río
con una sonrisa sin igual.
No fue un encuentro fugaz,
fue una aparición
de esas que el Delta regala
solo a quienes saben esperar.
Larga fue la espera,
como los inviernos sin fuego,
pero de domingo a domingo
te fui descubriendo
como se descubren los secretos del Dorado:
despacio, con el corazón abierto
y el alma quieta.
Tus palabras eran ramas
que el viento mecía suave,
tus silencios, remansos donde podía descansar.
Y el arroyo Dorado, nuestro testigo,
nos vio construir no solo un amor,
sino un lugar este refugio que huele a río,
a madera húmeda, a promesas cumplidas.
Hoy, hace años ya
que compartimos esta orilla,
este muelle que conoce nuestros pasos
mejor que nadie,
esta casa que respira con nosotros,
y este Delta que más que paisaje
es latido y raíz. Porque aquí,
en nuestro lugar en el mundo,
el Dorado nos habla cada día
con su voz de agua lenta,
y en su reflejo
seguimos encontrándonos
como aquel primer día
cuando la niebla
no pudo esconder la luz
de tu mirada.
cuando la niebla tejía su velo
sobre el agua callada,
encontré la luz de tus ojos
iluminando el río
con una sonrisa sin igual.
No fue un encuentro fugaz,
fue una aparición
de esas que el Delta regala
solo a quienes saben esperar.
Larga fue la espera,
como los inviernos sin fuego,
pero de domingo a domingo
te fui descubriendo
como se descubren los secretos del Dorado:
despacio, con el corazón abierto
y el alma quieta.
Tus palabras eran ramas
que el viento mecía suave,
tus silencios, remansos donde podía descansar.
Y el arroyo Dorado, nuestro testigo,
nos vio construir no solo un amor,
sino un lugar este refugio que huele a río,
a madera húmeda, a promesas cumplidas.
Hoy, hace años ya
que compartimos esta orilla,
este muelle que conoce nuestros pasos
mejor que nadie,
esta casa que respira con nosotros,
y este Delta que más que paisaje
es latido y raíz. Porque aquí,
en nuestro lugar en el mundo,
el Dorado nos habla cada día
con su voz de agua lenta,
y en su reflejo
seguimos encontrándonos
como aquel primer día
cuando la niebla
no pudo esconder la luz
de tu mirada.

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