El arroyo Feliciaria serpentea callado
como quien conoce secretos
y no se apura.
Corteja juncos, esquiva sauces,
se estira, se encrespa,
se entrega.
En su viaje hacia el Paraná Miní,
lleva la dulzura del Delta en sus aguas,
la memoria de siglos
y la promesa de quedarse para siempre
en quienes lo navegan con el alma abierta.
Allí, entre sus márgenes generosas,
se alza la biblioteca Santa Genoveva,
refugio de palabras y de sueños,
junto al Jardín 904,
donde los niños aprenden
a nombrar el mundo con ojos de isla.
Y más allá, la capilla Santa Teresita
se acuna entre árboles y oraciones,
como una luciérnaga encendida
en medio del monte húmedo.
La gente del Feliciaria
tiene esa magia silenciosa
que sólo se encuentra en la solidaridad.
te abren la puerta,
te convidan el tiempo,
te enseñan a leer el río.
Navegar sus aguas
es un ritual sagrado que repetimos,
semana tras semana,
como quien vuelve a un amor sereno
que no cansa, que no miente.
Y aunque siempre regresamos a otro sitio,
la esperanza late en cada remo,
en cada cruce de mirada con algún isleño,
de que un día será definitivo.
echar raíces en el Delta,
fundirse con la isla, ser parte del cauce.
Porque cada río aquí
tiene su propia historia,
su ritmo, su gente,
y en la vecindad de estos arroyos
se aprende que la vida
también puede fluir tranquila
sin dejar de ser intensa.
Feliciaria querido,
serás nuestro hogar,
cuando el corazón y la barca
decidan quedarse.
como quien conoce secretos
y no se apura.
Corteja juncos, esquiva sauces,
se estira, se encrespa,
se entrega.
En su viaje hacia el Paraná Miní,
lleva la dulzura del Delta en sus aguas,
la memoria de siglos
y la promesa de quedarse para siempre
en quienes lo navegan con el alma abierta.
Allí, entre sus márgenes generosas,
se alza la biblioteca Santa Genoveva,
refugio de palabras y de sueños,
junto al Jardín 904,
donde los niños aprenden
a nombrar el mundo con ojos de isla.
Y más allá, la capilla Santa Teresita
se acuna entre árboles y oraciones,
como una luciérnaga encendida
en medio del monte húmedo.
La gente del Feliciaria
tiene esa magia silenciosa
que sólo se encuentra en la solidaridad.
te abren la puerta,
te convidan el tiempo,
te enseñan a leer el río.
Navegar sus aguas
es un ritual sagrado que repetimos,
semana tras semana,
como quien vuelve a un amor sereno
que no cansa, que no miente.
Y aunque siempre regresamos a otro sitio,
la esperanza late en cada remo,
en cada cruce de mirada con algún isleño,
de que un día será definitivo.
echar raíces en el Delta,
fundirse con la isla, ser parte del cauce.
Porque cada río aquí
tiene su propia historia,
su ritmo, su gente,
y en la vecindad de estos arroyos
se aprende que la vida
también puede fluir tranquila
sin dejar de ser intensa.
Feliciaria querido,
serás nuestro hogar,
cuando el corazón y la barca
decidan quedarse.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Gracias por comentar mis letras....espero tu próxima visita....."