En la esquina donde el tiempo
se recuesta a bostezar,
vive el alma de un boliche
que no quiere envejecer.
Sanabria lo vio nacer
con mirada de arrabal,
y en los muros, la ciudad
dejó historias para beber.
Metodio puso la barra,
Carolina el corazón,
y el perfume de las glicinas
le dio tango al callejón.
Un farol, como testigo,
tiembla en cada confesión,
mientras suena un bandoneón
que no está, pero está vivo.
Mesas largas de billar
donde el eco da lecciones,
y unos tacos con candado
guardan duelos y pasiones.
Hay murales de emociones,
retratos, viejas canciones,
y en la barra, las razones
que no explican los campeones.
Vino fino, picadita,
charla lenta y sin apuro,
el ayer pide una cita
y el presente, un trago oscuro.
Coppola pasó de apuro,
y Francescoli, seguro,
firmó al lado de un maduro
que lo aplaudió con orgullo.
Qué milagro de baldosa,
Qué reliquia de ciudad,
En García, la verdad
te la sirven sin excusa.
No hay mentira que se use
ni futuro que se apure,
porque allí todo perdura
aunque el mundo se rehúse.
Y aunque cambien las señales,
y se callen los botines,
el café, entre sus vitrales
de glicinas y jardines,
sigue siendo ese lugar
que no está en los anaqueles,
pero late en los burdeles,
en los tangos y en Devoto.
se recuesta a bostezar,
vive el alma de un boliche
que no quiere envejecer.
Sanabria lo vio nacer
con mirada de arrabal,
y en los muros, la ciudad
dejó historias para beber.
Metodio puso la barra,
Carolina el corazón,
y el perfume de las glicinas
le dio tango al callejón.
Un farol, como testigo,
tiembla en cada confesión,
mientras suena un bandoneón
que no está, pero está vivo.
Mesas largas de billar
donde el eco da lecciones,
y unos tacos con candado
guardan duelos y pasiones.
Hay murales de emociones,
retratos, viejas canciones,
y en la barra, las razones
que no explican los campeones.
Vino fino, picadita,
charla lenta y sin apuro,
el ayer pide una cita
y el presente, un trago oscuro.
Coppola pasó de apuro,
y Francescoli, seguro,
firmó al lado de un maduro
que lo aplaudió con orgullo.
Qué milagro de baldosa,
Qué reliquia de ciudad,
En García, la verdad
te la sirven sin excusa.
No hay mentira que se use
ni futuro que se apure,
porque allí todo perdura
aunque el mundo se rehúse.
Y aunque cambien las señales,
y se callen los botines,
el café, entre sus vitrales
de glicinas y jardines,
sigue siendo ese lugar
que no está en los anaqueles,
pero late en los burdeles,
en los tangos y en Devoto.

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