a la luz de la luna,
el largo y viejo mármol
del umbral y el recuerdo
de aquellas poesías
que sonaban en la guitarra
y voz baja, en la parada

después de la cena,
Serenatas obligadas
hasta el primer chistido
de alguna ventana,
o el grito de algún padre
buscándonos para cerrar
por primera vez en el día
la puerta de la calle,
que durante toda la mañana,
tarde y parte de la noche
quedaba abierta, nadie
tocará lo que no corresponde
y así era y así fue, hasta
que llegó el progreso.
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