esa dura picardía de las noches
donde los largos umbrales
de las ochavas se convierten
en sabios confesionarios

desperdiciadas alegrías
a la luz de la luna.
El barrio tiene magia,
esconde lágrimas y transpira
historias jamás reveladas,
consuela llantos de silencio
en suave murmullos
de una esquina donde,
todavía el don de la palabra
tiene la fuerza de una forma,
y el secreto es mas seguro
que la caja fuerte del banco
de la ilusiones perdidas,
tras los pasos de la última
mujer que complicó nuestro días.
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