las calles fueron el mejor
laberinto de la noche,
una espesa niebla la compañía
paso a paso, metro a metro,

camino a la deriva.
Tu nombre me siguió
sin descanso, sin tregua,
como zumbido acunador
de aquel pasado envuelto
en la memoria, y a lo lejos
un fuelle, rezongo tu rostro
en notas sostenidas.
En aquella esquina sin ochava
nos encontramos en un silencioso
abrazo a media luz,
buscándonos, reviviendo
aquella loca noche donde
el tango se apagó con tu partida,
y hoy abrazados a la luna
desnudos del amanecer,
nos prometimos compartir
sin más vueltas la vida.
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