El ave fénix de mi amor
renace una y mil veces,
hasta que la marea
del tiempo se calme
y no valga la pena
seguir navegando.
Hasta entonces,
aunque me veas en cenizas,
nunca me rendiré.
Siempre quise liberarme
de todo tipo de ataduras,
creía que cuanto más
independiente fuera,
más cerca estaría de mi objetivo.
Solo me estaba engañando a mí mismo.
Nunca me he sentido más libre
que dentro de tus brazos abrazándome.
Cuando se apagan las pasiones,
el brasero del amor
siempre se enciende,
y su tenue llama se ve
reflejada en tu dulce mirada,
que parece consumirla poco a poco,
como la nieve que desaparece de los parques.
A través de mi sangre corren
los vestigios de ese amor
que fue y vendrá, pero ninguno
como el tuyo ha logrado
penetrar tan cruda y rápidamente
y convertirse en mi verdadera sangre.
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