En “La Paz” se reunían literatos, cineastas, músicos, principiantes psicoanalistas. Todos jóvenes y noveles.
Durante los 60 y fines de 1975 sus habitués se caracterizaron por sus barbas, las mujeres por sus pechos sin sostenes que se adherían a las musculosas, por los atados de cigarrillos negros “Particulares” sin filtro, los fuertes “Parisiens” o los “Jockey Club”, también por la variada temática de los libros depositados en las mesas, y algunos por sus pipas.

En una mesa de cuatro, cabían diez y consumían dos.
A cualquier hora había gente; mucha. Cumplía las funciones de "bar vidriera": si uno caminaba por Corrientes, era inevitable no cruzarse hasta Montevideo y pispear si se encontraba algún conocido.
En distintas mesas se los podía ver a Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, el "Mono" Villegas o David Viñas.
Época de bullicio, de discusiones, donde el murmullo no tenía cabida. Tenía vida.
Épocas de cafés, de ginebras, aperitivos o whiskys. ¡Y de levantes!
Épocas de ideas, ardides y demás.
Había energía.
Luego vino la dictadura militar de 1976, y con ella las racias, los sinsabores. Muchos de aquellos que ocuparon sus mesas hoy están desaparecidos, otros debieron exiliarse.
El país y el café “La Paz” comenzaron a languidecer. La polémica, la alegría, la bronca, la vida que forjaron sus mesas se fueron para no volver.
En 1980 estuvo a punto de cerrar, siendo rescatado, en 1997, por el Gobierno de la Ciudad y a partir de entonces es uno de los bares notables.
Y yo vuelvo, vuelvo y volveré. aunque algún día, me encuentre lejos volveré, pues ahí, en esas mesas, esta mi pasado, esta mi vida, esta mi comienzo a intentar en poesías describir la historia de Buenos Aires, de las damas que caminan y lo embellecen y ahí, estarán siempre mis amigos que un día, los llevaron de paseo sin querer hacerlo, pero sus voces y su espíritu esta y estará entre sus mesas, hoy y siempre.
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