Se cortó el cabello,
dijo que los días de calor
eran un peso que su cuerpo ya no quería llevar,
y al verla, con mechones más cortos
y una sonrisa aún más libre,
Entonces entendí que hasta el aire
quería danzar alrededor de ella.
Nos encontramos a orillas del río,
donde las estrellas se mezclaban con el reflejo del agua,
y entre risas que flotaban como canciones en la brisa,
me contó su vida.
Hablaba con una emoción tan pura
que sus ojos, brillaban y
se encendían como constelaciones propias.
La luna, celosa,
se detuvo a escucharla,
iluminando cada uno de sus gestos,
su sonrisa, su perfil,
y yo, absorto,
sentí que estaba descubriendo un universo.
Entre palabras y silencios,
ella también me descubría,
desnudando mis miedos y mis sueños
como quien sopla el polvo
de un libro antiguo y valioso.
Y en ese juego de confesiones,
entonces entendí que frente a mí
no había solo una mujer,
si no un alma infinita,
un diamante en bruto,
tan único, tan lleno de vida
que ni la piedra más brillante
podría compararse a su ser.
Pulir un diamante así no es fácil,
es un arte de paciencia y cuidado,
pero al hallarlo,
el mundo entero parece detenerse.
Y mientras el río susurraba secretos
y la luna la vestía de plata,
yo supe que no hay regalo más grande
que cruzarse con alguien
que brilla desde lo más hondo de su ser.
dijo que los días de calor
eran un peso que su cuerpo ya no quería llevar,
y al verla, con mechones más cortos
y una sonrisa aún más libre,
Entonces entendí que hasta el aire
quería danzar alrededor de ella.
Nos encontramos a orillas del río,
donde las estrellas se mezclaban con el reflejo del agua,
y entre risas que flotaban como canciones en la brisa,
me contó su vida.
Hablaba con una emoción tan pura
que sus ojos, brillaban y
se encendían como constelaciones propias.
La luna, celosa,
se detuvo a escucharla,
iluminando cada uno de sus gestos,
su sonrisa, su perfil,
y yo, absorto,
sentí que estaba descubriendo un universo.
Entre palabras y silencios,
ella también me descubría,
desnudando mis miedos y mis sueños
como quien sopla el polvo
de un libro antiguo y valioso.
Y en ese juego de confesiones,
entonces entendí que frente a mí
no había solo una mujer,
si no un alma infinita,
un diamante en bruto,
tan único, tan lleno de vida
que ni la piedra más brillante
podría compararse a su ser.
Pulir un diamante así no es fácil,
es un arte de paciencia y cuidado,
pero al hallarlo,
el mundo entero parece detenerse.
Y mientras el río susurraba secretos
y la luna la vestía de plata,
yo supe que no hay regalo más grande
que cruzarse con alguien
que brilla desde lo más hondo de su ser.
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