domingo, 22 de diciembre de 2024

 La magia está en tus silencios,
en esos que guardas con picardía,
escondiendo palabras difíciles de decir,
pero que se leen,
claras y sinceras,
en la profundidad de tus ojos.
Esos silencios
hablan un lenguaje propio,
uno que no necesita sonido,
porque tu sonrisa
se convierte en la frase perfecta,
y esa forma de abrazar,
tan única y verdadera,
es el poema que solo el río y la luna
pueden entender.
Hay un misterio en tus gestos,
un secreto que compartes
con las estrellas,
un susurro que el viento roba
para llevarlo lejos,
a donde mi corazón lo alcance
y lo haga suyo.
Cada pausa tuya
es un latido más del tiempo,
un instante suspendido
que no necesita explicación,
porque todo lo que callas
grita en el brillo de tu mirada
y en la calidez de tu presencia.
Y así,
en tus silencios,
descubro mundos,
puentes invisibles
que conectan tu alma con la mía.
En ellos está la magia,
esa que solo tú sabes conjurar,
esa que transforma lo cotidiano
en algo eterno y sublime.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

SILENCIO.


 El silencio pesa, como piedra, en el pecho,
es el grito que no llega, el abrazo deshecho.
Es la grieta en la mesa donde todos callamos,
miradas que se esquivan, verdades que enterramos.
No hay palabra que nombre el abismo entre dos,
ni puentes que unan cuando reina la voz
de lo no dicho, lo esquivo, lo ausente,
el silencio del otro, tan frío, tan hiriente.
Vos, que no hablas, qué llevas guardado?
Es miedo o desprecio lo que estás callando.
Es mi pensamiento, mi deseo, mi forma de ser
la que quiebra tus labios y te obliga a esconder.
Pero yo también soy cómplice del duelo,
de no tender mi mano ni buscar consuelo.
De cerrar mis oídos al eco que expande
el silencio, ese muro que nunca se ablande.
Vivimos cercados, vos allá, yo aquí,
ideales que chocan, fronteras sin fin.
Y el mundo se quiebra en pedazos dispersos,
dividido en silencios, ajeno a los versos.
Que alguien grite, por favor, que alguien cante,
que rompa este muro con voz desafiante.
Que el silencio no sea el lenguaje del odio,
si no el espacio sagrado donde nace el diálogo.

martes, 3 de diciembre de 2024

Con la Luna.

 Su sonrisa da vida,
abraza, acompaña,
y en sus ojos cargados de historias,
se lee la trayectoria de años
de trabajo, de amor, de lucha.
En medio de la jungla de cemento,
rodeada de juncos invisibles,
ella brilla como la luna,
una casualidad tan precisa
como el encuentro en el bondi
que cruza Buenos Aires,
entre tangos perdidos
y adoquines olvidados bajo el asfalto.
En una esquina de flores y esmog
nos hallamos sin buscarnos,
y desde entonces, volamos.
Volamos donde nadie nos ve,
donde los ruidos cesan
y los silencios construyen,
donde los sueños se alzan
como torres de palabras compartidas.
Creamos un mundo distinto,
hecho de metáforas políticas,
de poesías inconclusas,
y de mates silenciosos
que escuchan nuestras verdades
sin pedir razones.
Bajo la luna que baña el río,
nos dejamos ser.
El agua, testigo mudo,
nos ignora, pero nos espera,
lleva nuestro deseo
a quién sabe dónde.
Quizá a la orilla de un futuro,
quizá a la inmensidad del ahora,
pero siempre, juntos.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Tormenta y poesia.

El sol se quiebra ante tu mirada,
sincera, pícara, salvaje,
y entre vientos de tormenta,
tu rostro brilla,  como única luz
de un pueblo olvidado.
Te acunas en mis brazos, buscando refugio,
eres la tormenta del cariño,
el abrazo feroz de la comprensión,
y en los momentos extremos,
la furia del huracán que pasa,
como si el mundo solo quisiera
encontrar después la calma.
Eres simplemente así,
huracán y remanso,
tormenta y poesía,
única.

LA CUARENTA.

  El sol asomaba tímidamente entre los cerros mendocinos cuando iniciamos el viaje. El auto, cargado con lo esencial y con el mate listo, se sentía ligero, como si supiera que nos aguardaban kilómetros de paisajes y sueños compartidos. Ella, mi compañera en esta aventura, se acomodó en el asiento del acompañante, con esa sonrisa que parecía contener la promesa de cada paisaje por descubrir.
El primer tramo de la Ruta 40 nos regaló un desfile de viñedos que parecían no tener fin. El aire tenía un aroma fresco, a tierra mojada y uvas maduras. Ella encendió la música, una que mezclaba folclore y canciones que habíamos hecho nuestras en tantos momentos juntos. Su risa llenaba el auto cada vez que yo intentaba, sin éxito, seguir la melodía.
En San Juan, hicimos nuestra primera parada. Compartimos un mate en la inmensidad del Valle de la Luna, rodeados de formas caprichosas talladas por el tiempo. Es como estar en otro planeta, dijo ella, y sus ojos brillaban más que el sol que comenzaba a despuntar alto.
La travesía continuó entre quebradas y montañas que parecían cambiar de color a cada hora. En La Rioja, el viento nos trajo el aroma de la albahaca, y en Catamarca, los paisajes verdes de los valles contrastaban con la quietud de los pequeños pueblos. Cada curva de la ruta era un descubrimiento: un río cristalino, un guanaco observándonos curioso, o un cielo tan amplio que parecía abrazarnos.
Ella no dejaba de señalar los detalles. Una nube con forma extraña, un cactus florecido, las texturas de las montañas. Es como si todo estuviera aquí para nosotros”, dijo mientras tomaba mi mano. Yo asentí, sabiendo que, en realidad, era ella quien hacía especial cada momento.
Al llegar a Tucumán, los Calchaquíes nos recibieron con su majestuosidad. Caminamos entre los cerros, y esa noche, bajo un cielo estrellado, le dije cuánto significaba para mí. Ella respondió con una mirada que no necesitó palabras, y en el silencio, todo tuvo sentido.
Jujuy nos recibió como un abrazo largo. En Purmamarca, el Cerro de los Siete Colores nos dejó sin aliento. Nos quedamos un rato en silencio, disfrutando del momento, y luego seguimos hacia Tilcara, donde compartimos una comida típica mientras el sol se escondía tras las montañas.
Al final del viaje, mientras regresábamos por la misma ruta, entendí que no solo habíamos recorrido kilómetros; habíamos tejido recuerdos. Su risa, el mate caliente en la madrugada, su cabello ondeando con el viento al bajar la ventanilla, las canciones desafinadas que cantamos juntos. Todo eso quedó grabado en mi memoria, como los paisajes que adornaban la ruta.
Ella, la elegida, la única, hizo de este viaje algo más que una travesía: lo convirtió en una historia de amor que jamás dejaré de contar.


AMAR.

 Ese susurro que se cuela
como la arena por debajo de las puertas,
en las casas cercanas al mar.
Es la gota que brota de los poros
en los días de calor implacable,
el sabor único del cuerpo de la madre
en el primer abrazo de un bebé.
Sacude el corazón,
pone la piel de punta,
y en la soledad de la noche,
se instala sobre la almohada,
como un suspiro que no cesa.
Es un vino añejo, profundo y noble,
que embriaga el alma con un sorbo;
un tesoro preciado,
que cuidamos con manos temblorosas,
con el temor de perderlo.
Es una salamandra encendida,
en los inviernos donde el frío no perdona,
calor que arropa el alma,
luz que nunca deja de brillar.
El amor,
ni más ni menos,
es todo esto y más,
es aquello que no alcanzan las palabras,
es simplemente amar.



sábado, 30 de noviembre de 2024

SUMAR,

 Me interesa el amor que suma,
el que escucha sin prisa,
que abraza con fuerza
y deja la calma en el alma.
El que conversa,
el que aconseja sin imponer,
el que acompaña
sin necesitar palabras,
el que comunica
hasta en el abrazo.
Todo lo demás,
solo fueron vuelos rasos,
aventuras sin raíces,
sombras pasajeras
de un tiempo que no dejó huella.
Pero con vos todo es distinto.
Me interesan esas cosas,
tan simples que no puedo describirlas.
Están en vos en la forma en que me miras,
en la luz que desprendes,
en el mundo que creas
con solo estar cerca.
No necesito más,
porque con tu presencia
se detiene el tiempo,
se ordenan los días,
y el amor que creíamos inalcanzable
se hace tan real, tan perfecto,
que basta con mirarte
para saber que lo he encontrado.

Extrañar.

 Extraño tu sonrisa,
que hace que el día brille
aunque el sol se esconda.
Extraño el calor de tus brazos,
ese lugar donde el mundo
parece más pequeño,
más simple, más nuestro.
La distancia se hace interminable,
un camino sin final,
un abismo que grita
la ausencia de tus pasos.
Y, aun así, hay algo en el aire,
un eco de tu risa, un susurro de tu voz,
que convierte este clima loco y pegajoso
en algo parecido a la primavera.
Porque todo huele a flores
si pienso en vos, todo canta a vida
si imagino tus manos, todo se detiene
cuando te encuentro en mi mente,
aunque estés lejos, aunque no pueda alcanzarte.
La distancia es cruel, pero también sabía,
porque me enseña a valorar
cada minuto contigo, cada mirada,
cada abrazo que espero.
Vos sos mi primavera,
mi renacer en medio del caos.
Y aunque las estaciones cambien,
y los días sean grises,
tu amor florece siempre,
llenando el vacío
con la promesa de volver a verte.
ese refugio cálido

Lluvia Pasajera.

 La lluvia pasajera,
un respiro del clima,
el descanso del sol,
minutos que mojan las esperanzas
y hacen brotar raíces
donde antes solo había vacío.
Pero también trae su peso,
un pecho aplastado
por palabras que no llegan,
por soluciones que no existen,
por el desahogo que se escapa
entre gotas que resbalan
sin detenerse.
Todo pasa en minutos,
y en esos mismos minutos
todo se rompe.
Como el viejo jarrón
que, por un trueno solitario,
cae al piso en mil pedazos,
gritando su fragilidad.
Luego, la luna sale,
atrevidamente majestuosa
y el cielo se estrella
como minutos antes
más azul, más brillante,
más limpio.
Buenos Aires respira,
enloquece entre bares y heladerías,
mientras un tango triste y llorón
acompaña a los que todavía
tienen heridas abiertas
o amores ausentes.
La madrugada,
con su mezcla de risas y lágrimas,
es un escenario donde el amor
y la nostalgia bailan juntos,
como viejos amantes
que no saben despedirse.
Y ahí, en medio del caos y la calma,
la lluvia ya es solo un recuerdo,
un murmullo del cielo
que dejó su huella
en la ciudad y en el alma,
recordándonos
que incluso en la tristeza
hay belleza.



Estacionada.


 El sabor inconfundible de una horma de queso,
bien estacionada,
reposando en estantes de madera dura,
donde el tiempo esculpe su carácter.
Fuerte, inquebrantable,
allí permanece,
como ella,
que se estacionó en los días,
sin pensar,sin saber,
sin imaginar.
Un día, como el filo que corta el queso,
la vida llegó, desnudándola de certezas,
y reveló en su interior
todas las virtudes escondidas,
toda la fuerza acumulada.
Su sabor era único,
como el aroma de algo que ha sabido esperar,
enfrentar el tiempo y salir adelante.
Así es ella,
la mujer que no teme volar.
Vuela alto, rozando el cielo,
y aterriza con la precisión de quien sabe,
quién es, dónde está,
y hacia dónde va.
Ella es un arte en sí misma,
como el queso que guarda historias
en su aroma y textura.
Inconfundible, irremplazable,
la mujer que transforma lo cotidiano
en poesía, y lo simple
en esencia pura.
Es única, y su vuelo,
como su esencia,
no conoce límites.

La Vi.

 La miró, pero no la vio.
El mundo a su alrededor era un tapiz de vanidades,
un ruido constante que ahogaba la esencia.
Pero ella habló, y entonces la vio.
Llegó con el alma desnuda,
y la brutal inteligencia de quien no teme ser,
desnudando las palabras, hilando ideas,
clavándole un vistazo como quien rompe un cristal.
El río, testigo silencioso, se llenó de colores,
miles de reflejos danzando en sus aguas,
y el sendero, antes retorcido, se alisó.
De pronto, todo fue claro,
no importaba el destino,
solo el viaje.
Ahora caminan, juntos,
ella con su risa que es verso,
él con su mirada que es canción.
El mundo detrás quedó en penumbras,
pues han encontrado el fulgor en el otro,
y en ese sendero interminable,
la eternidad los espera,
amándose como poesía,
vividos como un fuego lento
que jamás se apaga.


Entre Vos y Yo. +

El brillo de tus ojos, el color de tu cabello y la sensualidad que despliegas en cada palabra de enojo, solo está en vos, en las canas que e...