Ese susurro que se cuela
como la arena por debajo de las puertas,
en las casas cercanas al mar.
Es la gota que brota de los poros
en los días de calor implacable,
el sabor único del cuerpo de la madre
en el primer abrazo de un bebé.
Sacude el corazón,
pone la piel de punta,
y en la soledad de la noche,
se instala sobre la almohada,
como un suspiro que no cesa.
Es un vino añejo, profundo y noble,
que embriaga el alma con un sorbo;
que cuidamos con manos temblorosas,
con el temor de perderlo.
Es una salamandra encendida,
en los inviernos donde el frío no perdona,
calor que arropa el alma,
luz que nunca deja de brillar.
El amor,
ni más ni menos,
es todo esto y más,
es aquello que no alcanzan las palabras,
es simplemente amar.
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