Se va el año, compadre, y en su retirada
quedan las calles de un tango dolido,
el empedrado guarda en su mirada
las mil ausencias que nos trajo el olvido.
Fuelle que llora, desde un balcón lejano,
como si supiera que el tiempo no espera.
Las noches de humo y vino en la mano
se vuelven fantasmas de otra primavera.
Se va el año, porteño, y en cada esquina
late el murmullo de un barrio cansado,
pero el amor, ese que nos ilumina,
Con vos viví lo dulce y lo amargo,
la milonga eterna de un mundo que gira.
Bailamos entre sueños que se hicieron largos
y en tus ojos hallé la paz que suspira.
Brindemos, querida, por lo que partimos,
por las esquinas que nunca olvidamos,
y que el año nuevo traiga caminos
donde el amor sea lo que armamos.
Fuelle, seguí llorando, que esta despedida
tiene nostalgia, pero no es derrota.
El tango sabe que en la vida vivida
cada compás es un beso que flota.
Se va el año, compadre, bajo la luna,
y el reloj marca que todo empieza.
En Buenos Aires, donde el alma es una,
y cada final; siempre tiene una sorpresa.