Ese vínculo que creció día tras día,
paso a paso, como una flor que se abre lenta
hasta alcanzar su máxima belleza,
así nació lo nuestro; hermoso, luminoso, inevitable.
de verte llegar, de sentir tu presencia,
de saber si cumpliste mi pedido,
si en tu andar te acordaste de mí.
Cada día más me sorprendo aguardándote.
Y cuando apareces a lo lejos,
tu sonido me estremece; único, particular,
como una melodía escrita solo para mí.
Entonces sonrío, porque sé que llegaste.
Y en ese instante la espera se justifica,
el tiempo se detiene, y el territorio respira.
No sos un amor de carne y hueso,
pero lo que despiertas en mí es puro romance,
un encuentro fiel, necesario, vital.
Por eso te nombro, querida y esperada:
vos, la lancha almacén.

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