Hablar de Saavedra es hablar de murga; desde hace más de un siglo, las calles del barrio se llenan de música, baile y color en cada carnaval, transformando las veredas y la avenida en un escenario a cielo abierto.
Pero no se trata solo de bombos y lentejuelas; la murga en Saavedra es una cultura, una identidad, una manera de entender la vida y dentro de esa tradición, Los Reyes del Movimiento ocupan un lugar central, llevando con orgullo el estandarte del barrio desde 1986 hasta hoy.
En los recuerdos de los vecinos más grandes todavía vive la imagen de la avenida cortada, cuando el corso era la gran cita del verano. Familias enteras se acercaban con reposeras, heladeras portátiles, mates o botellas de gaseosa.
Los chicos corrían detrás de la espuma, los adolescentes se preparaban para desfilar, y los abuelos aplaudían emocionados, recordando sus propias noches de carnaval. No era un espectáculo para ver desde afuera; era la fiesta de todos, la avenida se volvía peatonal y se transformaba en un gran escenario popular, donde cada vecino tenía un rol.
En ese marco festivo, Los Reyes del Movimiento fueron creciendo y consolidándose como una de las agrupaciones más representativas de la Ciudad de Buenos Aires.
Su historia arranca en los pasillos de Barrio Mitre, cuando Pantera su histórico director jugaba de chico a hacer murga con tachos de basura en lugar de bombos.
En aquellos tiempos, cuando los reyes magos no siempre llegaban con juguetes, aparecía el Dios Momo para traer alegría en forma de baile, canto y juego, ese espíritu lúdico, nacido de la necesidad de transformar la tristeza en risa, sigue siendo la esencia de Los Reyes hasta el día de hoy.
La trayectoria de la murga está marcada por hitos, primero fue la época de Los Rejuntados de Saavedra, luego Los Calamares, hasta que en 1986 la agrupación tomó el nombre que la consagraría, Los Reyes del Movimiento.
El nombre no fue casual, resumía en tres palabras lo que los caracterizaba sobre el escenario y en la vida. Movimiento, porque el baile de Saavedra siempre tuvo algo distinto, quiebre de cintura, hombros en permanente vaivén, una cadencia heredada de las danzas afro y de las fiestas de la Casa Suiza, donde muchos murgueros del barrio aprendieron a mover el cuerpo con un estilo único. Y reyes, porque en el barrio se los reconocía como referentes, como guardianes de una tradición que no se dejó apagar ni siquiera en los años más difíciles.
Los carnavales en la avenida eran el gran escenario donde Los Reyes del Movimiento desplegaban todo ese potencial. Con sus trajes brillantes, sus estandartes flameando y el bombo marcando el pulso, se ganaban la ovación del público. Pero detrás de cada desfile había mucho más que brillo: horas de ensayo en las plazas, costureras del barrio que dejaban el alma en cada lentejuela, familias que se organizaban para juntar fondos y vecinos que abrían las puertas de sus casas para que los chicos tuvieran un lugar de reunión. La murga no era un espectáculo importado: era una construcción colectiva.
Pantera, al frente desde aquel 1986, siempre remarca que la murga no es solo baile y canto, sino también un trabajo social enorme. Los Reyes del Movimiento funcionan como una gran familia que contiene a chicos en situación de riesgo, ofreciéndoles un espacio donde sentirse valorados y protagonistas. Ahí, en el ensayo o en el desfile, cada pibe puede cargarse de autoestima, aprender un oficio (ya sea tocar un instrumento, coser un traje o dirigir una formación) y encontrar una red de apoyo que muchas veces el barrio mismo se encarga de sostener.
La dimensión familiar de la murga se refleja en la propia historia de Pantera: sus hijos y nietos forman parte de la agrupación, así como los hijos y nietos de muchos de los fundadores. En Los Reyes del Movimiento, las generaciones se cruzan naturalmente: los mayores transmiten los pasos y las canciones, los más jóvenes aportan energía y nuevas ideas. Así, la murga se mantiene viva y actual, sin perder nunca las raíces.
Hoy, Los Reyes del Movimiento son más de 200 integrantes que siguen saliendo cada carnaval, fieles a la tradición de no haber faltado a ninguno desde 1974. Esa constancia los convirtió en un símbolo de resistencia cultural. Porque no cualquiera logra darle alegría a la gente durante tanto tiempo, y hacerlo con la misma pasión que cuando eran chicos jugando en los pasillos del barrio.
Los corsos en la avenida quedaron grabados en la memoria colectiva como una postal de barrio: vecinos abrazados, calles iluminadas, niños correteando entre serpentinas y espuma, el sonido inconfundible del bombo con platillo marcando el pulso de la noche. Y en el centro de esa escena, Los Reyes del Movimiento, dueños de una energía contagiosa que convertía cada desfile en una celebración inolvidable.
Saavedra y Los Reyes del Movimiento son, en definitiva, inseparables. El barrio le dio vida a la murga, y la murga le devolvió al barrio una identidad, un orgullo y un lugar en la historia del carnaval porteño. Hoy, después de tantas décadas, Los Reyes siguen reinando en movimiento, llevando en cada paso y cada golpe de bombo el eco de aquellos primeros juegos de infancia, transformados en una de las expresiones culturales más potentes y queridas de la Ciudad de Buenos Aires.

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