En la esquina de Larralde y Plaza antiguamente Republiqueta y Plaza vivió uno de los símbolos más entrañables de nuestro barrio, el Club Saavedra.
Fue uno de los primeros clubes de la zona, y su presencia marcó una época de esplendor social y deportivo.
Allí se alzaban dos hermosas canchas de tenis de polvo de ladrillo, orgullo de los vecinos que descubrieron en aquel deporte una pasión compartida.
Su sede, de estilo señorial, recibía con calidez a todos los que cruzaban sus puertas y en el jardín de entrada, una palmera majestuosa se erguía como emblema, brillando con la fuerza de una postal imborrable.
El club no era solo un espacio deportivo: era también el corazón de las reuniones y celebraciones.
Los bailes de carnaval quedarán para siempre en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de vivirlos, noches de música, alegría y comunidad que hacían vibrar las calles del barrio.
Muchos vecinos, pioneros en aquel tiempo, fueron forjando la identidad barrial a través de la práctica del tenis y de la vida social en torno a su sede.
Hoy, quienes cruzan la barrera y caminan por la actual calle Plaza que se extiende donde antes el terreno se interrumpía entre Larralde y Núñez ven un edificio y la continuidad de una calle. Pero pocos saben que, justo en ese lugar, latió alguna vez uno de los clubes más importantes que tuvo Saavedra.
Y aunque el club ya no esté, todavía queda en pie aquel símbolo, la palmera sigue allí, silenciosa y fiel, recordándonos la grandeza de un tiempo que no se olvida.

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