Sentado en la escalera del muelle
sobre el viejo río Carapachay,
veo pasar los días como barcas lentas,
cargando sombras y recuerdos
que crujen igual que la madera húmeda
bajo mis pies.
El agua arrulla secretos que nadie escucha,
y yo me quedo aquí,
con los codos en las rodillas,
la mirada perdida entre juncos y reflejos,
pensando en tu cuerpo
que aún guardo en la palma de mis manos.
Tu largo cabello sigue danzando
en el aire cansado de la tarde,
como si el viento tejiera para mí
la ilusión de que vas a volver,
descalza, riendo, con el sol brillando
en tus hombros desnudos.
A veces cierro los ojos
y tu aroma me encuentra,
suave, dulzón, tan tuyo,
mezclado con el perfume del río
y el murmullo terco de las hojas.
Qué fácil sería dejarme caer
en este remanso gris,
naufragar sin lucha,
y dormir allí donde tus recuerdos
ya no duelan,
donde tu nombre sea apenas
un susurro que se pierde
entre los camalotes.
Pero permanezco aquí,
sentado en la escalera del muelle,
viendo correr los días
como quien mira un reloj roto,
sabiendo que ninguno
traerá de regreso
la magia tibia de tu piel.
sobre el viejo río Carapachay,
veo pasar los días como barcas lentas,
cargando sombras y recuerdos
que crujen igual que la madera húmeda
bajo mis pies.
El agua arrulla secretos que nadie escucha,
y yo me quedo aquí,
con los codos en las rodillas,
la mirada perdida entre juncos y reflejos,
pensando en tu cuerpo
que aún guardo en la palma de mis manos.
Tu largo cabello sigue danzando
en el aire cansado de la tarde,
como si el viento tejiera para mí
la ilusión de que vas a volver,
descalza, riendo, con el sol brillando
en tus hombros desnudos.
A veces cierro los ojos
y tu aroma me encuentra,
suave, dulzón, tan tuyo,
mezclado con el perfume del río
y el murmullo terco de las hojas.
Qué fácil sería dejarme caer
en este remanso gris,
naufragar sin lucha,
y dormir allí donde tus recuerdos
ya no duelan,
donde tu nombre sea apenas
un susurro que se pierde
entre los camalotes.
Pero permanezco aquí,
sentado en la escalera del muelle,
viendo correr los días
como quien mira un reloj roto,
sabiendo que ninguno
traerá de regreso
la magia tibia de tu piel.

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