De fondo, suavemente, sonaba una guitarra.
Los besos iban subiendo de tono
mientras la luz comenzaba a descender, tenue, cómplice.
Santana acariciaba las cuerdas como nadie,
y Europa se expandía por toda la casa,
llenando cada rincón de esa melancolía
extraordinaria que estremece.
Las prendas fueron cayendo una a una,
lentamente, casi con timidez,
hasta quedar tu cuerpo desnudo,
bañado por la penumbra y la música.
Mis labios viajaron desde el empeine hasta la nuca,
trazando un mapa ardiente
de besos que susurraban con vos.
Fueron largos minutos en los que Samba Pa Ti siguió envolviéndonos,
marcando el ritmo pausado de caricias y suspiros.
Europa regresaba, repetida,
como un oleaje que no se cansa de besar la orilla,
mientras la noche se deslizaba sin prisa, sin reloj.
Así pasaron los minutos hasta el instante supremo,
el amanecer irrumpiendo con suavidad,
cuando, con el último aliento,
el saxo de Gato Barbieri selló el clímax del tema,
cerrando con Santana el epílogo
perfecto de esa madrugada.
Fue poesía intensa, casi salvaje.
Los besos iban subiendo de tono
mientras la luz comenzaba a descender, tenue, cómplice.
Santana acariciaba las cuerdas como nadie,
y Europa se expandía por toda la casa,
llenando cada rincón de esa melancolía
extraordinaria que estremece.
Las prendas fueron cayendo una a una,
lentamente, casi con timidez,
hasta quedar tu cuerpo desnudo,
bañado por la penumbra y la música.
Mis labios viajaron desde el empeine hasta la nuca,
trazando un mapa ardiente
de besos que susurraban con vos.
Fueron largos minutos en los que Samba Pa Ti siguió envolviéndonos,
marcando el ritmo pausado de caricias y suspiros.
Europa regresaba, repetida,
como un oleaje que no se cansa de besar la orilla,
mientras la noche se deslizaba sin prisa, sin reloj.
Así pasaron los minutos hasta el instante supremo,
el amanecer irrumpiendo con suavidad,
cuando, con el último aliento,
el saxo de Gato Barbieri selló el clímax del tema,
cerrando con Santana el epílogo
perfecto de esa madrugada.
Fue poesía intensa, casi salvaje.
Sensual en cada nota y en cada gemido,
como si la música misma
hubiera querido escribir su propio poema sobre tu piel.
hubiera querido escribir su propio poema sobre tu piel.

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