El sonido de tu voz arregla el día,
acomoda las horas rotas, enciende las sombras,
y descansa la noche como un suspiro profundo
que roza mi piel aunque estés lejos.
Tu voz acompaña los momentos más difíciles
como un abrazo secreto que se cuela por mi pecho,
acaricia mis pensamientos más oscuros
y los convierte en suaves pliegues de luz.
Tierniza mis días más tristes,
los llena de un calor dulce que se derrama lento,
como miel tibia sobre mi cuello,
dejando un temblor que me pide cerrarte los ojos
y perderme allí, donde solo existimos nosotros.
A la noche, cuando el sol ya se ha rendido
y la luna pasea sin prisa, desnuda y blanca,
tu voz se desliza suave sobre las horas de descanso.
Se mete en mis sábanas, recorre mi cuerpo
como dedos invisibles que despiertan mi piel,
y entonces la vida cambia de colores:
del dorado que muere con el sol,
al azul profundo que late con las estrellas.
Tu voz me llama, me busca, me toma,
y sin tocarme logra incendiar mi sangre.
El tiempo se dobla, el mundo se aquieta,
y solamente quedamos vos y yo, danzando en un hilo de aliento,
bebiendo el uno del otro, en un silencio cargado
de promesas y deseo.
Cuando el sol se va, mi amor,
tu voz se convierte en mi noche,
oscura, intensa, infinita,
capaz de devorarme entera y al mismo tiempo
dejarme florecer en cada rincón
donde tu nombre se pronuncia.
acomoda las horas rotas, enciende las sombras,
y descansa la noche como un suspiro profundo
que roza mi piel aunque estés lejos.
Tu voz acompaña los momentos más difíciles
como un abrazo secreto que se cuela por mi pecho,
acaricia mis pensamientos más oscuros
y los convierte en suaves pliegues de luz.
Tierniza mis días más tristes,
los llena de un calor dulce que se derrama lento,
como miel tibia sobre mi cuello,
dejando un temblor que me pide cerrarte los ojos
y perderme allí, donde solo existimos nosotros.
A la noche, cuando el sol ya se ha rendido
y la luna pasea sin prisa, desnuda y blanca,
tu voz se desliza suave sobre las horas de descanso.
Se mete en mis sábanas, recorre mi cuerpo
como dedos invisibles que despiertan mi piel,
y entonces la vida cambia de colores:
del dorado que muere con el sol,
al azul profundo que late con las estrellas.
Tu voz me llama, me busca, me toma,
y sin tocarme logra incendiar mi sangre.
El tiempo se dobla, el mundo se aquieta,
y solamente quedamos vos y yo, danzando en un hilo de aliento,
bebiendo el uno del otro, en un silencio cargado
de promesas y deseo.
Cuando el sol se va, mi amor,
tu voz se convierte en mi noche,
oscura, intensa, infinita,
capaz de devorarme entera y al mismo tiempo
dejarme florecer en cada rincón
donde tu nombre se pronuncia.

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