La cuadra era nuestra, como el patio o el jardín delantero
de cada una de nuestras casas, en una esquina ,la vías del tren que nos
acompañó siempre, pero la costumbre hizo que ni lo escucháramos pasar,
en la otra esquina ,los dos viejos camiones,
el más chico con el cual don Arnaldo cada madrugada ponía en marcha para
realizar su reparto de achuras por el centro porteño, pasar cerca era sentir el
inolvidable aroma de chorizos colorados que, cuando abría sus puertas el verde
furgón, inundaba la angosta calle, luego del reparto, baldazos y muchos cepillos
agua y jabón en el interior forrado de zinc y la particularidad de aquel color
verde pintado todos los años a pincel por su viejo dueño.
Detrás de aquel furgón, el gran camión viejísimo, de don
Pedro, atado con alambre por donde lo miráramos y pintado a pincel también de
varios colores y lona parchada multicolor cubriendo su caja, lindo escondite
nocturno para la escondida, en su caja, detrás de la rueda o allá arriba
acostados sobre la vieja lona pasamos muchas noches de gran diversión.
Así vivíamos el pasaje, nuestro pasaje Valderrama, con
historia, increíbles momentos inconfundibles y vecinos amigos que, en solo una
cuadra de un lindo barrio, compartimos alegrías, tristezas, carcajadas y
llantos todos los días del año¡¡
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