grisácea y triste,
las palomas se escondieron en el viejo
campanario de la iglesia olvidada,
y el silencio inundó el barrio
las veintitrés clavadas, vino sin retraso
en pocos minutos estará en Retiro.
El diariero comenzó a cerrar,
yo enciendo una vez más
el procesador de palabras
para intentar escribirte,
pues así me siento vivo y
te revivo a mi lado cada noche,
aquí en mi pueblo,
donde nunca pasa nada,
hasta que se va el tren a diario
por última vez en el día.
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