En la luz de tu cuarto amanecido,
entre sábanas revueltas
y mantas enroscadas
sobre el viejo parquet;
descansas plácida y serena,
en la suave
y acompasada respiración profunda,
que desdibuja la llegada del día.

Vos . . .
desnuda, has secado
tu cuerpo transpirado
con la llegada a lo lejos
de la luz del reciente sol
de la bella mañana.
Te observo
mientras, en silencio,
me comienzo a vestir,
me despido para siempre,
con el ultimo rock,
que escribo sobre la guitarra
descansando en mis piernas,
mujer fugitiva del diapasón rajado
y las cuerdas sin afinar.