pequeña y roja que,
arriba del almohadón,
dejó la marca de la noche,

entre cigarros y alcohol,
detrás del mullido sillón,
que precede la cama
de la transpirada alcoba
del ventilador,
donde solo vos y yo . . .
sabemos qué pasó.
En el dulce secreto
que nos une,
desde aquel partido
que no vimos,
por mirarnos de reojo
hasta animarnos a más.
Y entornar
la puerta de los tabúes,
para desatarnos en la noche.
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