y el mate pasa a ser confidente,
un murmullo que llega desde lejos
acompaña la conversación
como si también quisiera escucharnos.
Entre palabras,
vamos descubriendo un mundo pequeño y nuestro,
un rincón donde la ropa
queda apoyada en una silla,
paciente,
como testigo mudo
de todo lo que no hace falta decir.
La yerba suspira en el agua caliente,
y en cada sorbo algo se afloja,
se abre,se entrega.
La noche
esa cómplice eterna
se escurre despacio por las rendijas,
y mientras se escapa
nos deja envueltos
en un silencio tibio
que sólo entiende de miradas.
Los besos,
fieles guardianes de la madrugada,
no interrumpen, observan, celebran.
saben que la verdadera entrega
está en ese instante que se estira
entre tu voz
y mi deseo de seguir escuchándote.

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