viernes, 19 de diciembre de 2025

Un libro,
una bufanda
y un café.
Así pasaba la noche
en La Paz.
Las discusiones siempre
en voz relativamente baja,
como si el respeto
fuera parte del mobiliario.
Un mozo cómplice,
de esos que no apuran
y entienden el silencio.
Un niño vendiendo claveles,
la flor roja viajando de mesa en mesa
como una pregunta sin apuro.
Juancito y Horacio.
Los recuerdo siempre.
Alguna vez compartimos
un café con leche en La Giralda
para que coman algo,
porque el mundo también cabe
en un gesto chico.
Todo pasaba en pocas cuadras.
Corrientes era un universo
concentrado,
y La Paz, su refugio nocturno.
Leonardo,
con un libro bajo el brazo,
nos decía:
lean esto,
y era garantía.
Nunca fallaba.
Y el viejo Pascual,
sacando de debajo del mostrador
el último llegado del día,
como quien revela un secreto.
A cambio,
un café compartido
con unas gotas sagradas,
ritual mínimo,
herencia invisible.
Corrientes, una flor,
un encuentro,
una corrida bajo la lluvia,
y un recuerdo
que no se va.

Porque hay noches
que no necesitan explicarse.
Basta un libro,
una bufanda,
un café caliente
y la certeza
de haber estado ahí
cuando la ciudad
todavía se dejaba vivir.

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