Navega despacio, como quien trae un secreto,
con las letras dormidas latiendo en su vientre,
la Bibliolancha Genoveva de alma y de reto
que no espera lectores, los busca enfrente.
No hay bandera más noble que su estandarte,
ni una misión más callada que su travesía,
lleva cuentos, canciones, saberes, y un arte
que florece en los niños al caer el día.
No silba ni truena, no impone respeto,
pero en cada orilla en que amarra su panza,
renace una historia, un mundo completo,
una estrella que brilla en cada esperanza.
La empuja un legado que vino del tiempo,
de una mujer que ofreció lo que amaba
su casa, sus tierras, su nombre, su ejemplo,
y un sueño guardado que el río aguardaba.
Guillermina, paciente, leyó el testamento
como quien halla un mapa de un tesoro dormido,
y alzó la bandera del cumplimiento,
con la fe que sostiene a lo que ha nacido.
Y así va Genoveva, dulzura flotante,
con el peso liviano de toda una infancia,
visitando casitas, esquinas, y estantes
imaginarios, de pura constancia.
Los remos no suenan, el motor murmura,
pero los ojos despiertan en cada llegada,
porque un libro es un puente, y la lectura
la forma más leve de hacer una entrada.
con las letras dormidas latiendo en su vientre,
la Bibliolancha Genoveva de alma y de reto
que no espera lectores, los busca enfrente.
No hay bandera más noble que su estandarte,
ni una misión más callada que su travesía,
lleva cuentos, canciones, saberes, y un arte
que florece en los niños al caer el día.
No silba ni truena, no impone respeto,
pero en cada orilla en que amarra su panza,
renace una historia, un mundo completo,
una estrella que brilla en cada esperanza.
La empuja un legado que vino del tiempo,
de una mujer que ofreció lo que amaba
su casa, sus tierras, su nombre, su ejemplo,
y un sueño guardado que el río aguardaba.
Guillermina, paciente, leyó el testamento
como quien halla un mapa de un tesoro dormido,
y alzó la bandera del cumplimiento,
con la fe que sostiene a lo que ha nacido.
Y así va Genoveva, dulzura flotante,
con el peso liviano de toda una infancia,
visitando casitas, esquinas, y estantes
imaginarios, de pura constancia.
Los remos no suenan, el motor murmura,
pero los ojos despiertan en cada llegada,
porque un libro es un puente, y la lectura
la forma más leve de hacer una entrada.
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