Desde el alba que asoma en la isla,
cuando el rocío aún besa el juncal,
remadores del alma sencilla
despiertan el río con dignidad.
Van con brazos curtidos de esfuerzo,
con la piel abrazada al sol,
y en sus remos no hay solo deporte,
rema el amor, la lucha, el dolor.
Han cruzado tormentas sin miedo,
cuando el Delta se vuelve un clamor,
y aun así, sin pedir recompensa,
han llevado alivio y calor.
Desde el oro ganado en la pista
hasta el pan compartido al pasar,
son un ejemplo de fuerza invencible,
de ternura en la adversidad.
No hay crecida que borre sus huellas,
ni olvido que apagué su ardor,
porque en cada palada entregada
va la historia de un pueblo en flor.
Con amor, con coraje y destino,
desde el remo hasta el corazón,
los remeros del Delta nos enseñan
que el deporte también es pasión.
Y que en tiempos de angustia y pobreza,
cuando falta hasta el bien más vital,
son los mismos que tienden la mano,
que reman por todos, sin mirar.
cuando el rocío aún besa el juncal,
remadores del alma sencilla
despiertan el río con dignidad.
Van con brazos curtidos de esfuerzo,
con la piel abrazada al sol,
y en sus remos no hay solo deporte,
rema el amor, la lucha, el dolor.
Han cruzado tormentas sin miedo,
cuando el Delta se vuelve un clamor,
y aun así, sin pedir recompensa,
han llevado alivio y calor.
Desde el oro ganado en la pista
hasta el pan compartido al pasar,
son un ejemplo de fuerza invencible,
de ternura en la adversidad.
No hay crecida que borre sus huellas,
ni olvido que apagué su ardor,
porque en cada palada entregada
va la historia de un pueblo en flor.
Con amor, con coraje y destino,
desde el remo hasta el corazón,
los remeros del Delta nos enseñan
que el deporte también es pasión.
Y que en tiempos de angustia y pobreza,
cuando falta hasta el bien más vital,
son los mismos que tienden la mano,
que reman por todos, sin mirar.
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