El amor nació entre hortensias.
No fue casual ni torpe,
fue como esas flores que, sin pedir permiso,
despiertan una mañana más grande,
más llenas, más verdaderas.
A orillas del Capitancito,
donde el río se vuelve espejo y los botes apenas pasan,
levantamos una vida de ramas y silencios,
de tardes largas, de mates tibios en la galería,
de caricias sin prisa.
Las hortensias crecían desbordadas,
algunas blancas como los domingos tranquilos,
otras rosas como sus mejillas cuando el sol la tocaba,
y esas azules profundas,
que parecían pintar con nostalgia el aire del jardín.
Decían que el color cambiaba según la tierra,
pero nosotros sabíamos que el amor también lo hacía,
y que lo nuestro tenía algo de eso,
una raíz antigua y una flor que se renovaba.
Rodeados de ellas,
vivimos como quien custodia un secreto,
sin gritarlo, pero sin esconderlo.
El ruido estaba lejos,
y el mundo, de este lado del río,
era más simple, más nuestro.
A veces la escucho tararear una canción
mientras riega las plantas al atardecer,
y pienso que no necesito más certeza que esa.
El amor existe y florece.
Aquí, entre hortensias.
No fue casual ni torpe,
fue como esas flores que, sin pedir permiso,
despiertan una mañana más grande,
más llenas, más verdaderas.
A orillas del Capitancito,
donde el río se vuelve espejo y los botes apenas pasan,
levantamos una vida de ramas y silencios,
de tardes largas, de mates tibios en la galería,
de caricias sin prisa.
Las hortensias crecían desbordadas,
algunas blancas como los domingos tranquilos,
otras rosas como sus mejillas cuando el sol la tocaba,
y esas azules profundas,
que parecían pintar con nostalgia el aire del jardín.
Decían que el color cambiaba según la tierra,
pero nosotros sabíamos que el amor también lo hacía,
y que lo nuestro tenía algo de eso,
una raíz antigua y una flor que se renovaba.
Rodeados de ellas,
vivimos como quien custodia un secreto,
sin gritarlo, pero sin esconderlo.
El ruido estaba lejos,
y el mundo, de este lado del río,
era más simple, más nuestro.
A veces la escucho tararear una canción
mientras riega las plantas al atardecer,
y pienso que no necesito más certeza que esa.
El amor existe y florece.
Aquí, entre hortensias.
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