En el rincón de una acogedora cafetería,
sus miradas se encontraron por primera vez,
como dos destinos entrelazados en una danza celestial.
mientras sus almas se entrelazaban en un diálogo silencioso.
Ella, con sus ojos que reflejaban un universo de misterio y pasión,
captó su atención desde el primer instante.
Sus manos, tímidas al principio,
se rozaron casualmente mientras compartían historias y risas.
Cada palabra que salía de sus labios era un poema,
una melodía que aceleraba sus corazones,
una promesa de un futuro incierto pero emocionante.
Sus vidas se convirtieron en un libro abierto,
listo para ser explorado y compartido.
El tiempo se desvaneció en aquel rincón del mundo,
mientras ellos perdían la noción del reloj.
Juntos, crearon una burbuja de amor y complicidad
que los aislaba del bullicio exterior.
En esa burbuja, los silencios eran tan elocuentes
como las palabras, y los destinos se entrelazaban aún más.
Cada encuentro en la cafetería se convirtió en una cita con el destino,
un recordatorio de que sus almas estaban destinadas a encontrarse.
Mientras sus manos se aferraban a las tazas de café,
sus corazones se aferraban aún más el uno al otro.
A lo largo de las estaciones del año, su amor florecía y crecía,
como un jardín secreto en el que solo ellos tenían acceso.
Las miradas furtivas se convirtieron en miradas profundas de complicidad.
Los susurros al oído se volvieron promesas de amor eterno.
Y en un día soleado, en la misma cafetería que los vio unirse,
él se arrodilló y, con una hermosa alianza en la mano,
le pidió que compartiera su vida para siempre.
La cafetería, testigo silencioso de su historia de amor,
se llenó de aplausos y lágrimas de felicidad
cuando ella aceptó con una sonrisa radiante.
El amor que nació en aquel rincón
se había convertido en un compromiso eterno,
una promesa de que sus almas seguirían bailando juntas
en este hermoso viaje llamado vida.
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