tu alma desolada,
y el calor que, desgarrado,
a gritos pedía comprensión.
Te acurrucaste
entre mis brazos
y sentí la ternura dulce
de tus lágrimas
al acariciar el rostro
y, en minutos, la sonrisa

tu rostro de princesa
en la tarde de verano.
Fuiste el sueño, el aroma
y el sol juntos
en la poesía abrazada
que en minutos escapó.
Eres el recuerdo fugitivo
de la oscura noche
y el regalo de la aventura
inconclusa en sueltas palabras,
que quedarán en el olvido
de un simple calor
que inundó tu cuerpo
que al despojarlo de ti
voló a otros brazos.