La tarde se deshace en oro,
deslizándose suave entre los juncos,
el río susurra historias antiguas,
y el remo acaricia la piel del agua.
Aquí el tiempo pierde su prisa,
y el alma se hermana con la corriente.
El sauce inclina su verde melena,
secreto confidente del Paraná,
y un coro de aves dibuja melodías
que se pierden en el cielo azul.
El sol, cansado, desciende, despacio,
tiñendo de cobre las sombras del delta.
Cada reflejo es un verso fugaz
que el río canta y la tarde atesora.
Navegar es sentir la caricia
de un mundo que no sabe de muros,
es perderse para encontrarse,
como el agua que siempre regresa al mar.
En el delta, la tarde es poesía,
un instante eterno que nunca se olvida.
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