Rubia como azúcar sin refinar,
dulce caramelo de la noche
en medio de un Buenos Aires salvaje,
tientas la avenida y caminas apurada
moviendo tu fina cintura,
a tus delgadas piernas, tu cadera
se mueve provocativamente,
tus ojos lagrimean la madrugada
y en fa menor sostienes la vida,
de lejos el sol comienza su ruta
y vos, caes dormida sobre la vieja
cama del hotel compartido,
el viento sopla en la suave brisa
del verano, decides la partida
y a escasos metros el dealer,
traiciona un comprador y
escapas con él, el Obelisco
te guiña el ojo camino al bajo
y en el primer crucero escapan,
como polizontes sin despedida.
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