Ella subía en el tercer muelle,
con el pelo suelto y los ojos de río.
Él ya estaba, como siempre,
en el banco de madera junto a la ventana,
dejando que el viento le robe la gorra
y le deje, en cambio, el perfume de los juncos.
La lancha iba lenta,
pero el corazón, no tanto.
Muelle a muelle,
el patrón cantaba los nombres
como si leyera una poesía,
Tres Bocas… Abra Vieja… Espera…
Y cada vez,
algún gesto mínimo los rozaba:
una sonrisa, un roce de codos,
el mismo mate que pasaba de mano en mano.
El Delta los miraba crecer
como crecen las cosas que no se apuran,
una flor en la orilla,
el rumor de un hola que pide quedarse,
el primer _ hasta dónde vas,
que suena a promesa.
Las lanchas saben todo.
Guardan secretos entre tablas y motores:
la carta doblada en el bolsillo,
la mirada que se escapa por la ventanilla
pero regresa cuando el otro también mira.
Un día, sin hablarlo,
se bajaron juntos en un muelle sin nombre.
La lancha siguió viaje,
como si entendiera que había cumplido su misión,
unir orillas, sí, pero también unir
cuerpos,almas, vidas.
Desde entonces,
cuando pasan las colectivas,
ella las saluda desde el muelle
y él las espera con el mate en la mano,
por si algún día,
algún amor nuevo sube
y vuelve a empezar
esa vieja historia de irse encontrando
de muelle en muelle.
con el pelo suelto y los ojos de río.
Él ya estaba, como siempre,
en el banco de madera junto a la ventana,
dejando que el viento le robe la gorra
y le deje, en cambio, el perfume de los juncos.
La lancha iba lenta,
pero el corazón, no tanto.
Muelle a muelle,
el patrón cantaba los nombres
como si leyera una poesía,
Tres Bocas… Abra Vieja… Espera…
Y cada vez,
algún gesto mínimo los rozaba:
una sonrisa, un roce de codos,
el mismo mate que pasaba de mano en mano.
El Delta los miraba crecer
como crecen las cosas que no se apuran,
una flor en la orilla,
el rumor de un hola que pide quedarse,
el primer _ hasta dónde vas,
que suena a promesa.
Las lanchas saben todo.
Guardan secretos entre tablas y motores:
la carta doblada en el bolsillo,
la mirada que se escapa por la ventanilla
pero regresa cuando el otro también mira.
Un día, sin hablarlo,
se bajaron juntos en un muelle sin nombre.
La lancha siguió viaje,
como si entendiera que había cumplido su misión,
unir orillas, sí, pero también unir
cuerpos,almas, vidas.
Desde entonces,
cuando pasan las colectivas,
ella las saluda desde el muelle
y él las espera con el mate en la mano,
por si algún día,
algún amor nuevo sube
y vuelve a empezar
esa vieja historia de irse encontrando
de muelle en muelle.