En la ciudad donde el cielo se afina
fue el Obelisco, flauta de piedra,
quien me silbó bajito tu llegada.
sonrisa encendida,
súperque ibas hecha de noche eléctrica
y bandoneones desvelados.
Mujer de riff ligero,
esE que Pappo olvidó en La Cueva
entre vasos vacíos
y guitarras que siguen dando pelea.
Por Pueyrredón te vieron bailar,
altivo, lunático,
en el Once que nunca duerme,
cuando la madrugada escribe
sus tangos sin partitura.
Fue el último día del fuego,
y Tanguito, con su sombra luminosa,
te saludó desde un andén perdido,
mientras Litto, con voz de bruma,
te entonaba un adiós sin despedida,
porque hay amores que no se cierran,
solo se transforman
en estribillos que no se dejan olvidar.
Y vos,
caminando entre rock y milonga,
dejaste en la vereda húmeda
tu perfume de futuro,
tu paso de tormenta suave,
tu leyenda hecha poesía.


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