viernes, 27 de octubre de 2023
ELLA.
sábado, 21 de octubre de 2023
Ella.
Ella, una mujer singular,
viernes, 20 de octubre de 2023
LUNARES.
Flaco.
SOLOS.
jueves, 19 de octubre de 2023
Escribimos.
de los que carecemos;
por eso escribimos
para hacernos la vida más fácil,
o para complicarla más.
Así vamos juntando palabras
que van formando ideas
casi absurdas, laberínticas,
de las que luego no podemos salir.
Escribir es el río
pero también en una cárcel,
pues en total libertad
escribimos esclavos de
cada palabra que volcamos
sobre hojas en blanco,
despertando la imaginación
de interlocutores que quizás
nunca conoceremos personalmente.
miércoles, 18 de octubre de 2023
ANIMARSE A MAS.
CAE LA TARDE.
martes, 17 de octubre de 2023
PERDIDO.
no encontré el umbral ni la vieja carnicería
donde el olor era tan inconfundible
que aún lo recuerdo, como el del pan
que llegaba sin descanso a las cinco de la mañana,
justo en nuestra esquina.
Me perdí en los saludos de todos los vecinos
que hacían de esa esquina el patio
de nuestras casas, donde ninguna reja
nos separaba y las puertas estaban siempre abiertas.
Me perdí en mis abuelos, sentados por la noche
en la vereda en sus sillones de mimbre
y esas coloridas reposeras de lona.
Me perdí en esas largas conversaciones
donde la filosofía se mezclaba con temas de Los Gatos
y una hermosa mujer que le quitaba el sueño a algún amigo.
Me perdí, pero hoy te encontré,
navegando la vida con el corazón roto
en la soledad de un bar,
y solo quiero acompañarte a volar.
Ambos perdimos, ambos ganamos,
y juntos podemos comenzar el camino
del cual, recién, dimos un medio
y aun nos quedan varios años,
para intentarlo una vez mas.
Dormida.
SOLA.
En su mente, solo danzaban ideas sobre salvación, cargadas de connotaciones religiosas y entremezcladas con una visión política extremista. A menudo, ella encontraba consuelo en lo oficial, sin cuestionar el porqué. Caminaba descalza sobre suelos de nubes, buscando una libertad que ella misma había encerrado bajo llave, día tras día, atrapada en un enredo mental que le resultaba insondable.
La falta de palabras y la sequedad emocional la tenían atrapada, sola y angustiada. Buscaba desesperadamente respuestas en los rincones de su mundo, donde sabía que la vida la esperaba. Pero el miedo y la comodidad prevalecían sobre el deseo de encontrar su verdadera libertad. La cama, fría como sus sábanas, se convertía en su refugio, escondiéndola de la realidad.
A poca distancia, bajo la sombra de los árboles en la playa, él miraba el mar, desdibujando su figura mientras caminaba por la hermosa orilla. El sol acariciaba la arena, y el cielo trazaba su nombre en las nubes blancas, como si esperara su regreso a la vida, segundo a segundo.
A lo lejos, una gaviota se posaba en la orilla, y ella empezaba a caminar hacia él desde el mar. Sus brazos se extendían para abrazarla, pero el abrazo solo existía en sus sueños. La realidad lo devolvía a la noche en Buenos Aires, donde el verano se iba y dejaba atrás un sábado más, sin recuerdos, y el sol se quedaba con los sueños atrapados en sobres de azúcar con frases de un antiguo tanguero anónimo que dormía en el banco de una estación abandonada.
El reloj, que anunciaba la hora veintidós, marcaba el inicio de un nuevo día. Un día como cualquier otro, pero no para ella. La rutina seguía su curso, desde la ducha matutina hasta la taza de café que inundaba la casa con su aroma. Se movía como un autómata, llenando la vida de su familia de apariencias.
El encierro la asfixiaba. La jaula que había construido alrededor de sí misma se volvía más estrecha con cada día que pasaba. Cada momento se convertía en una agonía, mientras se perdía en su propia tristeza. Pero algo en su interior sabía que algún día encontraría la valentía para liberarse.
A las siete de la mañana, después de que su esposo se fuera sin siquiera saludarla, ella comenzaba su ritual diario. Cautiva de su casa y su esposo, luchaba con la idea de ser libre, de tomar el control de su vida. Pero los temores, la comodidad y la falta de valor la mantenían prisionera.
A las ocho de la mañana, se vestía con esmero, permitiéndose sentirse hermosa una vez más. Su cabello caía como una cascada sobre su pecho, cubriendo un escote pronunciado. Era un atisbo de su antigua belleza, que aún mantenía viva.
A las diez de la mañana, sus pensamientos se volvían insoportables. La cabeza le daba vueltas, y las ideas no dejaban de rondar. No sabía cómo escapar de su jaula, pero estaba decidida a hacerlo.
Esa mañana, escribió dos mensajes, uno para su hija y otro para su hijo, en los que explicaba su tormento. Era su manera de comunicarles la pesadilla que vivía a diario. Aunque sabía que ellos lo entendían, necesitaba que quedara plasmado en palabras.
Luego, se vistió con elegancia, con el cabello suelto y su pecho al descubierto. Preparó dos maletas con ropa y zapatos, su debilidad secreta, y un bolso de mano con documentos personales y algunos ahorros.
Miró a sus hijos mientras dormían, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que tenía que partir.
Entre Vos y Yo. +
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