martes, 23 de julio de 2024

 La verdad, mis dedos
me dicen cómo sos,
cuando te acaricio el rostro,
me detengo en tus labios,
y te ven, de lado a lado.
Sin vista ni juicios,
pues también necesitamos
tocarnos para encender la pasión
de tener, querer y amarnos,
siempre sin prisas por llegar al final.
La verdad es que no necesito
más que el roce de mis dedos
para verte sin miedo.
Pues mutuamente existimos,
como tontos, como locos,
como pájaros de paso,
que parten y vuelven
siempre al punto de partida,
tomados de la mano
hasta el final de la vida.
Tus ojos cerrados son un lienzo,
donde pinto con mis caricias
cada suspiro, cada deseo.
El tiempo se detiene cuando estamos juntos,
y en la suavidad de tu piel,
encuentro la eternidad.
Nos hablamos en un lenguaje
que solo nuestros cuerpos entienden,
donde cada roce es un verso,
y cada abrazo, una declaración.
En el silencio, escucho tu corazón,
que late al compás del mío,
sin necesidad de palabras,
sin necesidad de miradas.
La verdad de mis dedos
es la verdad de mi alma,
que te conoce, te siente, te ama,
sin reservas, sin temores.
Y en cada caricia, reafirmo
que eres mi refugio, mi hogar,
mi destino.
Como el viento que acaricia las hojas,
mis manos recorren tu cuerpo,
descubriendo cada curva,
cada rincón sagrado.
No hay prisa, solo el deseo
de prolongar este momento,
de fundirnos en uno solo.
Eres mi musa, mi inspiración,
que guía mis noches cercanas al río,
la luz que ilumina mis días.
Y en este viaje de amor,
somos cómplices y compañeros,
explorando juntos los misterios
de nuestra pasión sin límites.
A veces, el mundo se desvanece
y solo existimos vos y yo,
en un universo paralelo
donde todo es posible,
donde el amor es nuestra ley,
y la felicidad, nuestra meta.
Nos encontramos, nos perdemos,
y nos volvemos a encontrar,
en un ciclo infinito de palabras,
donde cada despedida es un preludio
para un nuevo encuentro,
más profundo, más intenso.
La verdad de mis dedos
es la verdad de nuestra complicidad,
un amor que no conoce fronteras,
que no se rinde ante los obstáculos,
que crece y florece
en cada gesto, en cada mirada.
Tomados de la mano,
recorremos el camino de la vida,
saboreando cada instante,
celebrando cada logro,
apoyándonos en cada caída.
Y así, como tontos, como locos,
como pájaros de paso,
partimos y volvemos,
siempre al punto de partida,
donde comenzó nuestra historia,
donde siempre seremos uno.
Hasta el final de la vida,
serás mi amor, mi verdad,
la razón de mis sonrisas,
el motivo de mis sueños.
La verdad de mis dedos
es la verdad de mi ser,
que te ama sin condiciones,
que te elige cada día,
que se pierde en tus ojos,
y se encuentra en tu abrazo.


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