domingo, 21 de julio de 2024

 Confesiones, charlas, mimos y mates,
en la ruta todo sucede,
mientras lentamente nos alejamos,
quién sabe dónde, pero siempre juntos,
regresamos con algo nuevo
entre nuestras vivencias
y más amor en nuestros corazones.
Tomados de la mano bajo un cielo estrellado,
o en un día lluvioso,
o con el sol más espléndido,
navegamos los kilómetros
como si el tiempo fuera un susurro,
una melodía suave que acompaña
nuestras almas entrelazadas.
El motor del auto ronronea como un felino,
mientras nuestras voces se mezclan
en un sinfín de conversaciones,
donde cada palabra es un puente,
cada risa, un bálsamo,
y cada silencio, una promesa.
Tus ojos reflejan el paisaje,
los campos verdes, las montañas lejanas,
y el horizonte siempre cambiante.
Miro tu perfil, la curva de tu sonrisa,
y siento que en este viaje
llevamos a cuestas más que maletas,
llevamos sueños, deseos y planes.
A veces, detenemos el auto
en un rincón escondido,
donde solo la naturaleza es testigo
de nuestros momentos más íntimos.
El aroma del café y el mate caliente,
nuestras manos que se buscan
y se encuentran, como si fuera
la primera vez, siempre la primera vez.
El mundo pasa, veloz, fuera de las ventanas,
pero dentro, el tiempo se detiene.
En cada parada, en cada desvío,
descubrimos un rincón nuevo,
un secreto del universo
que compartimos solo tú y yo.
Tu voz, suave y segura,
me cuenta historias de la infancia,
anécdotas del ayer que pintan
nuestro presente con colores vivos.
Yo te hablo de mis sueños,
de lo que espero, de lo que temo,
y en cada palabra encuentro
el consuelo de tu comprensión,
la chispa de tu amor incondicional.
Bajo la luz de la luna,
en una carretera solitaria,
paramos para observar las estrellas,
y en su brillo encuentro tus ojos,
ese destello que me enamora cada día más.
Nos abrazamos, sintiendo el latido
de nuestros corazones en sintonía,
y el universo parece pequeño
ante la grandeza de nuestro amor.
Cada viaje es una nueva aventura,
un capítulo en el libro de nuestras vidas,
escrito con caminos de asfalto,
carreteras polvorientas,
y la certeza de que, sin importar el destino,
el verdadero viaje es el que hacemos juntos.
En la mañana, con el rocío sobre el pasto,
despierto a tu lado y te miro,
sabiendo que cada amanecer contigo
es un regalo, un milagro cotidiano
que celebro en silencio, con gratitud.
Y así, continuamos nuestro camino,
con el alma abierta a lo que venga,
saboreando cada momento,
cada mate compartido, cada beso robado.
Regresamos a casa con el corazón lleno,
con la promesa de nuevos viajes,
nuevos horizontes, siempre juntos,
porque en cada ruta descubierta,
nuestro amor se renueva,
se fortalece y florece,
como el sol que siempre vuelve
tras cada noche estrellada.


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