jueves, 25 de julio de 2024

 El sol está en tus ojos,
iluminando el camino con su brillo,
cada mirada tuya es un amanecer,
una promesa de un nuevo día lleno de vida.
La noche está en tus manos,
suaves y firmes, que envuelven
con la calma y ternura
los sueños más profundos.
Esa fuerza única, que a diario
enfrentas la vida con valentía,
está en toda vos, en cada gesto,
en cada risa y en cada suspiro.
Increíble mujer de los días compartidos,
en tus abrazos encuentro refugio,
y  la paz que el alma anhela,
el consuelo en los momentos más oscuros.
Eres la chispa que enciende un mundo,
la llama que nunca se apaga,
y en tus palabras, hallo siempre
la verdad que guía e inspira.
Tu risa, melodía que alegra,
es el himno de nuestra historia,
y en cada caricia, en cada mirada,
renace la unión.
Eres el sol y la luna,
el día y la noche,
el comienzo y el final
de todos mis pensamientos.
En tu valentía, veo la fortaleza
de quien ha luchado y ha vencido,
y en tu ternura, la dulzura
que me envuelve y me transforma.
Cada día contigo es un regalo,
una aventura compartida,
y en cada instante descubro
nuevas razones para seguir adelante-
Eres mi musa, mi inspiración,
la poesía que recito en silencio,
y en cada latido de mi corazón,
tu nombre resuena, eterno y fiel.
Increíble mujer de los días compartidos,
contigo he encontrado el verdadero sentido
de lo que es amar sin medida,
de lo que es vivir plenamente.
El sol está en tus ojos,
la noche está en tus manos,
y en cada rincón de tu ser,
encuentro el hogar que siempre soñé.
Así, bajo el cielo estrellado,
prometo seguir celebrando cada día contigo,
increíble, valiente y única mujer.


martes, 23 de julio de 2024

 Voy a quitarte la tristeza de los ojos,
a besos, dulces y suaves,
hasta que seas la mujer más feliz del mundo,
envuelta en un manto de amor y alegría.
Cada lágrima será un diamante,
que adornará nuestro camino,
y con cada beso, borraré tus penas,
haciendo florecer tu sonrisa radiante.
Voy a besarte hasta que el dolor se desvanezca,
hasta que tus ojos brillen como estrellas,
reflejando la felicidad que juntos construiremos,
día tras día, en cada abrazo, en cada caricia.
Cada beso será un susurro de esperanza,
un canto de amor que te envuelve,
llenando tu alma de dulces melodías,
que resuenan en cada latido de tu corazón.
Voy a besarte hasta que el sol se despierte,
y la luna se esconda celosa,
testigos mudos de nuestro amor eterno,
de nuestra promesa de felicidad sin fin.
Cada beso será un rayo de luz,
iluminando las sombras de tus miedos,
deshaciendo las nubes grises de tus pensamientos,
y pintando un cielo azul en tu mirada.
Voy a besarte con la ternura de un amanecer,
con la pasión de una tormenta de verano,
hasta que cada rincón de tu ser
resplandezca con la llama de nuestro amor.
En cada beso, dejaré mi alma,
mi deseo de verte siempre sonriendo,
mi anhelo de hacerte feliz,
de ser el refugio donde encuentres paz.
Voy a quitarte la tristeza de los ojos,
a besos, sin prisa, sin pausa,
hasta que seas la mujer más feliz del mundo,
mi amor, mi vida, mi eterna compañera.

 La verdad, mis dedos
me dicen cómo sos,
cuando te acaricio el rostro,
me detengo en tus labios,
y te ven, de lado a lado.
Sin vista ni juicios,
pues también necesitamos
tocarnos para encender la pasión
de tener, querer y amarnos,
siempre sin prisas por llegar al final.
La verdad es que no necesito
más que el roce de mis dedos
para verte sin miedo.
Pues mutuamente existimos,
como tontos, como locos,
como pájaros de paso,
que parten y vuelven
siempre al punto de partida,
tomados de la mano
hasta el final de la vida.
Tus ojos cerrados son un lienzo,
donde pinto con mis caricias
cada suspiro, cada deseo.
El tiempo se detiene cuando estamos juntos,
y en la suavidad de tu piel,
encuentro la eternidad.
Nos hablamos en un lenguaje
que solo nuestros cuerpos entienden,
donde cada roce es un verso,
y cada abrazo, una declaración.
En el silencio, escucho tu corazón,
que late al compás del mío,
sin necesidad de palabras,
sin necesidad de miradas.
La verdad de mis dedos
es la verdad de mi alma,
que te conoce, te siente, te ama,
sin reservas, sin temores.
Y en cada caricia, reafirmo
que eres mi refugio, mi hogar,
mi destino.
Como el viento que acaricia las hojas,
mis manos recorren tu cuerpo,
descubriendo cada curva,
cada rincón sagrado.
No hay prisa, solo el deseo
de prolongar este momento,
de fundirnos en uno solo.
Eres mi musa, mi inspiración,
que guía mis noches cercanas al río,
la luz que ilumina mis días.
Y en este viaje de amor,
somos cómplices y compañeros,
explorando juntos los misterios
de nuestra pasión sin límites.
A veces, el mundo se desvanece
y solo existimos vos y yo,
en un universo paralelo
donde todo es posible,
donde el amor es nuestra ley,
y la felicidad, nuestra meta.
Nos encontramos, nos perdemos,
y nos volvemos a encontrar,
en un ciclo infinito de palabras,
donde cada despedida es un preludio
para un nuevo encuentro,
más profundo, más intenso.
La verdad de mis dedos
es la verdad de nuestra complicidad,
un amor que no conoce fronteras,
que no se rinde ante los obstáculos,
que crece y florece
en cada gesto, en cada mirada.
Tomados de la mano,
recorremos el camino de la vida,
saboreando cada instante,
celebrando cada logro,
apoyándonos en cada caída.
Y así, como tontos, como locos,
como pájaros de paso,
partimos y volvemos,
siempre al punto de partida,
donde comenzó nuestra historia,
donde siempre seremos uno.
Hasta el final de la vida,
serás mi amor, mi verdad,
la razón de mis sonrisas,
el motivo de mis sueños.
La verdad de mis dedos
es la verdad de mi ser,
que te ama sin condiciones,
que te elige cada día,
que se pierde en tus ojos,
y se encuentra en tu abrazo.


domingo, 21 de julio de 2024

 En la quietud de la tarde gris,
cuando el mundo parece detenerse,
duermes plácidamente,
en la siesta de un domingo sereno.
Tus párpados cerrados guardan sueños,
que danzan en el refugio de tu mente,
mientras el suave murmullo del tránsito
acaricia los cristales de tu ventana.
En la distancia, mi corazón se acerca,
te acurruco en letras y versos,
tejo poemas que envuelven tu descanso,
susurrando palabras suaves en tu oído.
Tu respiración, tranquila y rítmica,
es la melodía que acompaña mis pensamientos,
y cada línea que escribo es un abrazo,
un tierno beso que llega hacia vos.
El cielo gris no puede opacar tu luz,
que brilla incluso en la penumbra,
y en la tarde calma y silenciosa,
tu presencia está en la distancia.
Me imagino tus labios esbozando una sonrisa,
en medio de un sueño dulce y suave,
y en cada estrofa que nace,
dibujo la serenidad de tu rostro.
Afuera, el mundo sigue su curso,
pero aquí, en este rincón de la tarde,
el tiempo se hace miel y se detiene,
mientras te imagino, dormida y en paz.
Cada palabra escrita es una caricia,
cada verso, un susurro al oído,
y aunque la distancia nos separe,
en este momento, estamos unidos.
Duermes plácidamente,
mientras las nubes cantan su canción,
y yo, en la soledad de mi escritorio,
te abrazo con letras, te acurruco en versos.
Que tu siesta sea un jardín de calma,
un refugio de paz y de sueños,
y cuando despiertes, encuentres en mis versos,
mi eco, siempre presente.
En esta tarde gris de domingo,
donde el cielo se tiñe de nostalgia,
te escribo con el alma desnuda,
acurrucándote en letras solo para vos.


 Confesiones, charlas, mimos y mates,
en la ruta todo sucede,
mientras lentamente nos alejamos,
quién sabe dónde, pero siempre juntos,
regresamos con algo nuevo
entre nuestras vivencias
y más amor en nuestros corazones.
Tomados de la mano bajo un cielo estrellado,
o en un día lluvioso,
o con el sol más espléndido,
navegamos los kilómetros
como si el tiempo fuera un susurro,
una melodía suave que acompaña
nuestras almas entrelazadas.
El motor del auto ronronea como un felino,
mientras nuestras voces se mezclan
en un sinfín de conversaciones,
donde cada palabra es un puente,
cada risa, un bálsamo,
y cada silencio, una promesa.
Tus ojos reflejan el paisaje,
los campos verdes, las montañas lejanas,
y el horizonte siempre cambiante.
Miro tu perfil, la curva de tu sonrisa,
y siento que en este viaje
llevamos a cuestas más que maletas,
llevamos sueños, deseos y planes.
A veces, detenemos el auto
en un rincón escondido,
donde solo la naturaleza es testigo
de nuestros momentos más íntimos.
El aroma del café y el mate caliente,
nuestras manos que se buscan
y se encuentran, como si fuera
la primera vez, siempre la primera vez.
El mundo pasa, veloz, fuera de las ventanas,
pero dentro, el tiempo se detiene.
En cada parada, en cada desvío,
descubrimos un rincón nuevo,
un secreto del universo
que compartimos solo tú y yo.
Tu voz, suave y segura,
me cuenta historias de la infancia,
anécdotas del ayer que pintan
nuestro presente con colores vivos.
Yo te hablo de mis sueños,
de lo que espero, de lo que temo,
y en cada palabra encuentro
el consuelo de tu comprensión,
la chispa de tu amor incondicional.
Bajo la luz de la luna,
en una carretera solitaria,
paramos para observar las estrellas,
y en su brillo encuentro tus ojos,
ese destello que me enamora cada día más.
Nos abrazamos, sintiendo el latido
de nuestros corazones en sintonía,
y el universo parece pequeño
ante la grandeza de nuestro amor.
Cada viaje es una nueva aventura,
un capítulo en el libro de nuestras vidas,
escrito con caminos de asfalto,
carreteras polvorientas,
y la certeza de que, sin importar el destino,
el verdadero viaje es el que hacemos juntos.
En la mañana, con el rocío sobre el pasto,
despierto a tu lado y te miro,
sabiendo que cada amanecer contigo
es un regalo, un milagro cotidiano
que celebro en silencio, con gratitud.
Y así, continuamos nuestro camino,
con el alma abierta a lo que venga,
saboreando cada momento,
cada mate compartido, cada beso robado.
Regresamos a casa con el corazón lleno,
con la promesa de nuevos viajes,
nuevos horizontes, siempre juntos,
porque en cada ruta descubierta,
nuestro amor se renueva,
se fortalece y florece,
como el sol que siempre vuelve
tras cada noche estrellada.


 El silencio de tus ojos habla por vos,
bajo la noche estrellada,
entre las nubes del sonido
de grandes barcos cargueros,
navegando el majestuoso Paraná.
Tu mirada, profunda y serena,
se encuentran con las aguas,
mientras la luna desdibuja su reflejo
en el suave oleaje que susurra
historias antiguas y secretas.
Nos sentamos a la orilla del río,
donde el viento acaricia suavemente nuestros rostros,
y el murmullo del agua es una melodía,
un canto de amor que envuelve
nuestros corazones en un abrazo eterno.
Cada estrella en el cielo,
es un testigo silencioso de nuestro diálogo,
y en cada destello, veo tu sonrisa,
que ilumina la noche con su luz.
Los grandes barcos cargueros,
lentos y pesados, cruzan el horizonte,
llevando consigo sueños y esperanzas,
mientras nosotros, tomados de la mano,
navegamos el océano de nuestros sentimientos.
El Paraná, con su caudal inmenso,
es el reflejo de nuestras palabras,
fuertes, profundas y constantes,
un río de amor que fluye sin fin,
alimentado por nuestras miradas,
por nuestros suspiros y caricias.
En la quietud de la noche,
nuestros cuerpos se acercan,
y el calor de tu piel junto a la mía,
es el refugio perfecto en este rincón
donde el tiempo parece detenerse.
Los sonidos del río,
los cantos de las aves nocturnas,
el susurro de las hojas en los árboles,
crean una sinfonía perfecta,
una banda sonora.
Tus ojos, que hablan en silencios,
me cuentan historias sin palabras,
y en cada parpadeo, descubro un nuevo mundo,
un universo de emociones
donde solo vos y yo existimos.
Bajo este cielo estrellado,
nos comprometemos sin reservas,
dejando que el Paraná sea el guardián
de nuestros secretos más profundos,
de nuestras promesas y sueños compartidos.
Que el río sea testigo de nuestra unión,
que sus aguas lleven nuestros secretos
más allá del horizonte,
y que cada ola que llegue a la orilla,
traiga consigo la certeza
de que siempre nos tendremos,
en la calma, en la tormenta,
bajo el sol y la luna,
a la orilla del Paraná.


 Acariciando los días, los miedos se van,
perdiéndose en el camino de la vida,
como hojas arrastradas por el viento,
dejando espacio para la paz y la esperanza.
Los abrazos se convierten en sobres de azúcar,
que van endulzando las horas,
ya sean físicos o virtuales,
cada abrazo queda en la memoria emotiva,
haciendo sentir cosquillas ricas,
cargadas de ternura.
En la distancia o en la cercanía,
un abrazo siempre es un refugio,
un instante de conexión profunda,
donde los corazones se encuentran
y las almas se reconocen.
Acariciando los días, encontramos
la belleza en lo cotidiano,
en las pequeñas cosas que nos rodean,
en las sonrisas compartidas,
en los silencios que hablan más que mil palabras.
Los miedos se desvanecen,
como sombras en la luz del amanecer,
y en su lugar florecen la confianza y la alegría,
nutridas por el amor y la comprensión,
que crecen con cada abrazo dado y recibido.
En la soledad de una noche estrellada,
o en la bulliciosa rutina del día a día,
los abrazos virtuales también cuentan,
son hilos invisibles que tejen
una red de apoyo y cariño,
que nos sostiene y nos eleva.
Acariciando los días, descubrimos
que el amor no conoce fronteras,
que puede atravesar pantallas y distancias,
y llegar al corazón con la misma fuerza,
con la misma calidez.
En cada abrazo, físico o virtual,
hay una promesa de presencia,
un recordatorio de que no estamos solos,
de que somos valorados,
de que importamos.
Los miedos se disipan en el calor
de un abrazo sincero,
se desintegran en la dulzura
de un sobre de azúcar compartido,
dejando solo la sensación
de ser querido, de ser comprendido.
Acariciando los días, construimos
un puente entre el presente y el futuro,
donde cada abrazo es un paso más
hacia un mundo de amor y empatía,
donde los miedos no tienen cabida,
y solo el cariño perdura.
Que sigamos endulzando nuestras vidas
con abrazos cargados de amor,
que sigamos acariciando los días
con la certeza de que, aunque no estemos juntos,
siempre nos llevamos en el corazón.


martes, 16 de julio de 2024

 En las entrañas de una ciudad salvaje,
cerca de la luna, el sol y las estrellas,
con vista al río, en un piso lleno de amor,
existe un mundo de ternura, amor incondicional y duro trabajo,
lejos del ruido ensordecedor del tránsito vehicular
que aturde el día.
Con el amanecer y el café recién filtrado,
ella despierta con el día,
suspira la mañana y comienza su incansable labor diaria,
una mujer única,
que desde el balcón remonta a diario la vida,
como tantas mujeres valientes que admiró,
son los motores desconocidos de la vida,
qué minuto a minuto nos alientan a seguir viviendo.
Entre consejos, palabras y sonrisas,
con la sabiduría de mujer,
que merece el mayor de los reconocimientos,
ella, una mujer con todas las letras,
nos inspira a vivir, amar y luchar,
como solo una mujer sabe hacer.
En cada sorbo de café sin endulzar que nos da la vida,
ella transmite su fortaleza y amor,
nos envuelve en su manto de ternura,
y cada mañana se convierte en un poema,
donde sus manos crean, sus ojos brillan,
y su voz nos acaricia con promesas de un día mejor.
Ella, que al despertar, transforma lo cotidiano en magia,
que con cada gesto sencillo, ilumina el camino,
nos muestra que en lo simple reside la grandeza,
que en su risa encontramos consuelo,
y en sus abrazos, el refugio perfecto.
Desde su balcón, observa el mundo,
susurrando sueños al viento,
tejiendo con sus pensamientos historias de esperanza,
y en cada mirada, un destello de futuro,
donde su amor es el faro que guía.
Ella, que enfrenta cada día con valentía,
que en cada batalla demuestra su fuerza,
es la musa de los sueños más profundos,
la inspiración que motiva a seguir adelante,
a construir un mundo mejor con cada acción.
Y en la noche, cuando las estrellas iluminan su rostro,
ella se convierte en el sueño más dulce,
una promesa de amor eterno,
donde cada caricia es un poema,
y cada beso, un susurro de eternidad.
Porque ella es más que una mujer,
es la esencia de la vida misma,
la chispa que enciende cada día,
y en su corazón llevamos grabado,
el amor que nunca se apaga.
Ella, una mujer con todas las letras,
un himno a la vida y al amor,
que en cada despertar nos recuerda,
que vivir es un acto de valentía,
y amar, la mayor de las conquistas.
 Ahí está, a segundos o metros de mis pies, para que, una vez más, suba y me siente en su propio mundo. Mundo de asientos con olor a vida, a esfuerzo, al sudor diario de muchos trabajadores, olor o perfume de hombres con traje y corbata en busca de llegar a su hogar, tal vez para abrazar a su esposa, a sus hijos, o para encontrarse con su novia o amantes en un lugar discreto fuera de este coro de bobinas y motores que hacen del centro de Buenos Aires una orquesta única, la cual a diario toca inepta o desafinada una historia diferente.
Al subir, como a menudo, lo primero que hago es encontrar un asiento vacío, que como una vieja ruleta de casino, solo el azar es mi aliado. Sentada, mirando el bloque compacto que intenta circular fuera del corredor por donde solo transita este monótono colectivo, después de asegurar la cartera, el celular y todo lo que esté al alcance de quien no le corresponda, pero llame la atención a esa sublime tentación de ser robado, saco lentamente el libro y por unos largos minutos, me alejo del mundo, hasta que casi instintivamente, lo cierro a pocas cuadras de mi destino.
De lunes a viernes, viajo cumpliendo con el trabajo que mes a mes me permite cumplir con las obligaciones de seguir viviendo, seguir llevando a casa, lo necesario para ellos y para mí, ellos que son la extensión de mi vida, la extensión de mis sueños y por los cuales vivo. pensando en ellos, preocupándome, llorando, enojándome y sonriendo cada vez que los veo sonreír, llorar o soñar.
La lectura me atrapa. Ese hombre que circula camino al campo en un cupé con su compañera parece ser rubio y de cabello largo. No los describe el autor, pero lo imagino, como el traje de baño de la señora que, muy estilada, se recuesta al lado de una piscina a tomar un poco de sol con su largo cabello negro y un traje de baño que supongo no es el único que tiene, ya que cambiar de modelo y de color según la ocasión.
Cuando busca a su compañero, esa malla tan pequeña y sensual, evidentemente, insinúa lo que el autor provocará con sus palabras. Supongo todo lo que comenzará a detallar en el encuentro, o tal vez lo deje a mi imaginación y entre a la casa ignorándola por completo. A veces me imagino corriendo por ese campo que describe, o desnuda sobre una cama a oscuras y en un profundo silencio casi aterrador, y otras, comienzo a recordar los aromas de un almuerzo junto a mis padres allá lejos y hace tiempo, con aquel vestido color lila que nunca me gusto, pero a diario lo buscaba, no supe nunca si para recordar que ese color me traía nostalgias alegrías o recuerdos.
Las páginas corren como las paradas del colectivo y durante varios minutos, me enojo con el autor, sonrió, me sonrojo, me emociono y creo hasta excitarme en algunos momentos donde detalla sutilmente una situación amorosa en el lugar más insólito antes jamás imaginado, pero vuelvo a la realidad, cerrando el libro, cuadras antes de llegar a la parada que me dejara a metros de mi casa, donde la vida continua cotidianamente, pero me quedo pensando a diario quien será el protagonista, quien el autor, será verdad lo que cuenta, o solo será el producto de la imaginación.
Cuestiones que a diario me hago entre la realidad y la fantasía que nunca sabré, trampas del autor que pones para que lectores como yo, nos hagamos, o no, si algún día encuentro a alguno, se lo preguntaré, o no, quizás sea mejor seguir pensando la historia que yo me arme, el día que encuentre algún autor, decidir si pregunto, o no.




 Tu voz se me hizo tango
en el tono sostenido de la madrugada,
donde las penas del pasado
se entrelazan con las luces de la ciudad,
y tus susurros acarician mis sentidos,
como un bandoneón que se desgarra en la penumbra.
Caminamos juntos, paso a paso,
por las calles de un loco Buenos Aires,
donde el eco de un viejo bandoneón
acaricia el aire con su melancolía,
y en cada esquina, nuestros cuerpos se rozan,
dibujando siluetas de pasión y deseo.
Revivimos momentos,
dibujando con nostalgia y esperanza
un nuevo camino de amor y sueños,
día a día, noche a noche,
entre suspiros y besos furtivos,
nuestros corazones laten al compás del bandoneón.
Entre tangos y rock,
la ciudad nos abraza,
testigo de palabras cargadas de sentimiento,
de una poesía romántica que nace en cada esquina,
donde tus labios se encuentran con los míos,
y el tiempo se detiene en un susurro eterno.
Buenos Aires, la ciudad duerme, 
y nos regala su magia en cada rincón.
Nosotros, tomados de la mano,
recreamos el mundo con cada paso,
nuestros cuerpos se funden en la danza,
y en el calor de la noche, somos uno.
Las estrellas nos observan,
testigos silenciosos de nuestra entrega,
y en cada rincón oscuro,
nuestras almas se buscan,
se encuentran y se pierden,
en un vaivén de amor y deseo.
Así, entre tangos y caricias,
entre suspiros y miradas,
forjamos un camino de pasión y ternura,
donde cada paso es una promesa,
y cada beso, una eternidad.
 El sol en tus ojos y la sombra en el bolsillo,
así caminamos la vida,
bajo el cielo estrellado,
donde cada ruta es un sendero de sueños.
Tomados de la mano,
día a día, compartimos
las risas y los silencios,
las miradas que hablan
y los susurros que callan.
Recorremos las rutas
bajo el manto de las estrellas,
cada paso un latido,
cada respiro, una promesa.
El tiempo se convierte en aliado,
dejando atrás las diferencias
de los años pasados,
donde el amor florece
en cada rincón de nuestras almas.
En tu mirada, veo amaneceres,
en tu sonrisa, el calor del sol,
y en cada gesto, la ternura
que abrigamos con comprensión.
Nuestros corazones laten al unísono,
como un tango eterno,
donde la melodía del amor
se escribe con caricias y besos.
Bajo el cielo de Buenos Aires,
la ciudad más linda del mundo,
nos encontramos en cada esquina,
donde el pasado se desvanece
y el futuro se teje con esperanza.
Entre tangos y murmullos,
caminamos la vida,
recreando un mundo nuevo
día a día, noche a noche.
Los recuerdos se mezclan
con los sueños venideros,
y en cada paso compartido,
construimos un presente
lleno de amor y ternura.
Así, entre el sol de tus ojos
y la sombra en el bolsillo,
seguimos caminando,
juntos, siempre juntos,
por las calles de la vida,
bajo las estrellas,
en un baile eterno de amor.

sábado, 13 de julio de 2024

 Tarde de sol sobre la ciudad y en mí,
tu voz se desliza en susurros sutiles,

tus palabras tejen un lienzo de ternura
momentos cálidos, siempre.
Cada rayo de sol que acaricia la calle,
lleva tu esencia en su brillo dorado,
y en la brisa suave que besa mi piel,
siento tu abrazo, tierno y delicado.
La ciudad se viste de luz y de calma,
reflejando tu risa en cada rincón,
y yo, en el silencio de esta tarde dorada,
me pierdo en tus ojos, encuentro mi poesía.
Tus palabras son fuego que enciende mi alma,
una llama eterna que no se apaga,
y en cada segundo que pasa y se queda,
nuestro amor se fortalece, sin tregua.
Siempre vos, en cada rayo, en cada viento,
en cada instante que el sol ilumina,
mi corazón canta, con amor y contento,
en esta tarde de sol, y vos, siempre divina.

 Tus labios, susurros que invocan vida,
secretos escondidos entre sus pliegues,
saben a miel y a eterna sabiduría,
a momentos eternos, donde el tiempo se detiene.
Cuando me besas, el universo conspira,
las estrellas susurran secretos,
y en el silencio de la noche,
nuestros cuerpos se hablan,
en un lenguaje secreto y único.
Tu piel, suave como el terciopelo,
se entrelaza con la mía,
y en ese abrazo infinito,
la realidad se disuelve,
dejando solo el perfume de tu presencia.
Eres la musa de mis sueños,
el deseo hecho letra a letra,
y en cada rincón de tu ser,
encuentro la inspiración,
para escribir esta poesía,
que es tanto tuya como mía.
Déjame explorar cada rincón de tu ser,
descubrir los misterios de tu alma,
y que en cada encuentro,
nuestros cuerpos hablen,
el lenguaje de la vida.


 La suavidad de tu cabello,
se desliza entre los dedos
de mi mano, cual terciopelo,
en un sueño sin enredos.
Cada hebra, un susurro,
un secreto al oído,
en la calma de la noche
donde todo no está perdido.
Los hilos dorados caen,
como cascada de luz,
iluminando el camino,
donde siempre estás vos.
Se entrelazan en mis sueños,
como redes invisibles,
y en la bruma de la luna,
se vuelven casi tangibles.
Es un tacto delicado,
que despierta los sentidos,
un roce que cuenta historias,
de momentos compartidos.
La brisa juega con ellos,
en un baile sin final,
mi corazón se pierde
en ese vaivén ritual.
Tus cabellos son la seda
que envuelve la esperanza,
y en su contacto fugaz,
mi alma siempre descansa.
Son como hilos de un lienzo,
pintando nuestro destino,
tejiendo juntos un mundo
en cada roce divino.
Así, en la quietud de la noche,
entre sombras y destellos,
mis dedos se enredan suaves
en la magia de tu cabello.


 Te escucho en el silencio,
donde la noche guarda secretos,
susurrando tu nombre en cada sombra,
en cada rincón quieto.
Te veo en la oscuridad,
en el misterio de la noche profunda,
tu figura se dibuja en mis sueños,
como un faro que nunca se esfuma.
Tu perfume de mujer
inunda mis sueños con su encanto,
es un rastro de dulzura y deseo,
que en mi mente siempre planto.
Es una fragancia sutil,
que despierta mis sentidos,
cada nota es una caricia,
que en mi alma dejo prendida.
Te escribo en la memoria,
como única, incomparable,
un poema eterno y vivo,
de amor inagotable.
Tus ojos, dos estrellas,
que iluminan mi camino,
tu sonrisa, un suspiro,
que desvanece mi desatino.
Tus palabras son melodías,
dulces notas que me embriagan,
en cada verso que te nombro,
mi corazón se desata.
Eres la musa de mis sueños,
la dueña de mis pensamientos,
en cada rincón de mi ser,
tu amor es el sustento.
Eres el alba que despierta,
la luz en mi oscuridad,
el calor en mi frío invierno,
la verdad en mi verdad.
En el eco de tus pasos,
en el roce de tu piel,
encuentro la paz y el anhelo,
de un amor que sabe a miel.
Tus labios, pétalos de rosa,
que invitan a un beso eterno,
son la promesa de un deleite,
que enciende mi deseo interno.
Tus manos, suaves y cálidas,
recorren mi piel con dulzura,
en cada toque se desatan,
tormentas de lujuria.
El roce de tu cuerpo junto al mío,
es un fuego que arde sin cesar,
una llama que consume el tiempo,
en un abrazo singular.
Tus suspiros son la música
que acompaña nuestra danza,
en la penumbra de la noche,
donde se encuentra la esperanza.
Tus caderas, sinuosas y firmes,
me guían en un viaje infinito,
en un vaivén de emociones,
donde el placer es exquisito.
En cada encuentro, cada abrazo,
nuestras almas se entrelazan,
y en el calor de tu presencia,
mis sentidos se desbordan y arrasan.
Eres el anhelo constante,
la pasión que nunca cesa,
en cada momento contigo,
encuentro una nueva promesa.
Te escucho en el silencio,
te veo en la oscuridad,
tu perfume de mujer,
es mi dulce realidad.
Así, en la quietud de la noche,
y en el fulgor del día,
te nombro con devoción,
mi única y eterna poesía.


 Acunándote entre mis brazos,
la tarde es una fiesta de colores,
junto al río en el delta del Tigre,
donde el amor despliega sus flores.
La suave brisa acaricia tu cabello,
mientras el sol se va despidiendo,
pintando el cielo con tonos de fuego,
y nuestros corazones latiendo.
La luz dorada del ocaso
baña tu rostro sereno,
y en el reflejo del río
se crea un cuadro pleno.
Tus ojos, llenos de misterio,
observan el horizonte lejano,
y en el silencio compartido,
nuestros sueños se dan la mano.
El río canta su melodía,
una sinfonía suave y clara,
mientras el día se desvanece,
y la noche nos prepara.
Cada caricia es un suspiro,
cada susurro una promesa,
mientras el sol se oculta lento,
dejando atrás su belleza.
Las sombras empiezan a danzar,
al compás del río en calma,
y en ese vaivén tranquilo,
encuentro paz para mi alma.
Tu perfume se mezcla con el aire,
un aroma dulce y envolvente,
y en ese instante eterno,
somos uno, somos siempre.
El delta nos abraza suave,
con su manto de misterio,
y en este rincón sagrado,
nuestro amor es el epicentro.
Las estrellas comienzan a brillar,
como testigos silenciosos,
de este amor que florece,
en momentos tan preciosos.
El río, en su constante fluir,
lleva nuestros sueños y anhelos,
y en la quietud de la tarde,
se desatan nuestros velos.
Así, acunándote entre mis brazos,
contemplamos juntos el ocaso,
en la maravillosa costa del delta,
donde el amor es nuestro lazo.
Y mientras el sol se esconde,
dejando un rastro de luz y calma,
sé que en este lugar y momento,
nuestros corazones encuentran su alma.



 En la penumbra suave de la noche,
bajo la luna plateada y brillante,
nos encontramos, dos almas curiosas,
buscando refugio en el calor del otro.
Tus ojos, luceros que iluminan el camino,
reflejan las estrellas con un fulgor divino,
y en tu sonrisa, veo la promesa del amanecer,
que enciende mi alma.
Tus palabras son susurros del viento,
melodías que acarician mi oído,
y en cada frase que pronuncias lento,
me pierdo, me encuentro, y vivo.
Nos rodea el silencio, cómplice fiel,
testigo mudo de nuestro encuentro,
mientras el río murmura su canción,
y nos invita a soñar despiertos.
Tus manos, suaves como pétalos de rosa,
rozando mi piel con delicadeza,
y en cada caricia, una promesa,
de un amor que podría ser, sin prisa.
Tus labios, tiernos como el rocío,
se acercan tímidos, llenos de deseo,
y en ese instante, siento el universo,
conspirar a nuestro favor, sincero.
Nuestros abrazos, danzantes en la oscuridad,
se entrelazan, se buscan, se encuentran,
y en cada movimiento, una verdad,
de un amor que no se ausenta.
La noche avanza, el tiempo se detiene,
y en tu presencia, encuentro mi lugar,
donde el amor florece, aun en germen,
donde juntos, nuestros sueños podrían iniciar.
La luna, testigo de nuestra incipiente pasión,
se oculta tras las nubes, celosa,
y la madrugada, nos descubre,
en un abrazo sutil, sin despedida.
Porque en vos, mi amor, he encontrado,
la promesa de cada suspiro, de cada latido,
y en este rincón del universo compartido,
nuestra historia podría ser forjada.

domingo, 7 de julio de 2024

 Cuando los planetas se alinean,
el cosmos susurra un nuevo comienzo,
como si el universo se inclinara,
para que los sueños sean inmensos.
Las estrellas brillan con fervor,
trazando caminos en el cielo,
y en el corazón nace un fervor,
de esperanza, de amor y anhelo.
Las distancias se vuelven un eco,
y el tiempo danza en espirales,
todo lo imposible es un reflejo,
de deseos que cruzan umbrales.
El encuentro se hace realidad,
como un milagro del destino,
y en cada latido, la verdad,
se transforma en un divino camino.
Porque cuando el cosmos conspira,
todo se alinea con gracia,
y en el alma se inspira,
un mundo nuevo que nos abraza.


 La luna sobre el obelisco,
centinela de memorias y susurros,
Buenos Aires duerme, envuelta en nostalgias,
y la calle Corrientes, en su letargo,
perdió el bullicio en las librerías.
Entre las hojas de viejos libros,
resuena un eco de tiempos idos,
donde poetas de antaño
escribían con tinta de sueños.
En las sombras de la ciudad,
bailan las estrellas al compás
de tangos que se disuelven
en el aire, como fantasmas.
El río, testigo silente,
refleja la tristeza
de faroles que iluminan
veredas desiertas y adoquines
que cuentan historias
de amores perdidos y reencuentros.
Las plazas, vacías, guarecen murmullos
de conversaciones olvidadas y besos furtivos
bajo la mirada celosa de jacarandás.
Los árboles susurran secretos
a la brisa nocturna y en cada rincón
se respira el aroma de una época
que se resiste a desvanecerse.
Las avenidas solitarias dibujan senderos
hacia recuerdos dorados,
donde las luces de los cafés aún titilan,
invitando a soñadores a compartir sus historias.
Los viejos bares, guardianes de promesas rotas,
se llenan de sombras a puertas cerradas
que brindan por un tiempo que algún día volverá.
En cada esquina, la nostalgia teje su manto,
y en el silencio de la noche, se escuchan los pasos
de aquellos que alguna vez hicieron de esta ciudad
su refugio y su hogar.
Buenos Aires, con su alma antigua, abraza la melancolía
de una luna que, imperturbable y eterna,
vigila desde el cielo, recordándonos que,
en el corazón de cada ciudad,
vive una historia de amor y pérdida
escrita en las estrellas.

Entre Vos y Yo. +

El brillo de tus ojos, el color de tu cabello y la sensualidad que despliegas en cada palabra de enojo, solo está en vos, en las canas que e...