en la oscuridad de la noche,
entre viejas y empedradas calles,
de este amado Buenos Aires;
en la serenidad del silencio
la caricia del rocío,
la sombra de la luna
y el perfume de las estrellas.

tus mesas y sillas,
los supuestos amores,
los engaños,
proyectos y desilusiones.
Brillan porque ahí,
detrás de cada vidrio empañado
se gesta la magnífica
revolución de las ideas,
la cuna de la utopía,
mientras cae el sobre de azúcar
dentro del pocillo,
y nos miramos a los ojos
en la mesa de un bar,
en algún rincón
de este loco Buenos Aires
que aún acuna
la metáfora de lo posible
a través de la palabra.
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