en tu forma de andar,
tu voz surge
pronunciando relámpagos
de tu cuerpo sudado.
Y en cada explicación de vida
tus lágrimas bañan
las manos de arduo trabajo
cada noche, mientras,
desenredas suavemente tu cabello
frente al pedazo de espejo
del viejo ropero, en la pensión,
donde vuelves a ser mujer
entre mis brazos,
después de sacarte la máscara

En las calles
junto a tu inseparable
bicicleta de reparto
de viejos diarios,
con buenas noticias,
amarillentos pero felices.
Como vos, desnuda sobre mí,
te reís en cada noche
festejando el mundo,
que juntos recreamos
entre cuatro paredes húmedas
a la luz de una vela.
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