martes, 16 de julio de 2024

 Ahí está, a segundos o metros de mis pies, para que, una vez más, suba y me siente en su propio mundo. Mundo de asientos con olor a vida, a esfuerzo, al sudor diario de muchos trabajadores, olor o perfume de hombres con traje y corbata en busca de llegar a su hogar, tal vez para abrazar a su esposa, a sus hijos, o para encontrarse con su novia o amantes en un lugar discreto fuera de este coro de bobinas y motores que hacen del centro de Buenos Aires una orquesta única, la cual a diario toca inepta o desafinada una historia diferente.
Al subir, como a menudo, lo primero que hago es encontrar un asiento vacío, que como una vieja ruleta de casino, solo el azar es mi aliado. Sentada, mirando el bloque compacto que intenta circular fuera del corredor por donde solo transita este monótono colectivo, después de asegurar la cartera, el celular y todo lo que esté al alcance de quien no le corresponda, pero llame la atención a esa sublime tentación de ser robado, saco lentamente el libro y por unos largos minutos, me alejo del mundo, hasta que casi instintivamente, lo cierro a pocas cuadras de mi destino.
De lunes a viernes, viajo cumpliendo con el trabajo que mes a mes me permite cumplir con las obligaciones de seguir viviendo, seguir llevando a casa, lo necesario para ellos y para mí, ellos que son la extensión de mi vida, la extensión de mis sueños y por los cuales vivo. pensando en ellos, preocupándome, llorando, enojándome y sonriendo cada vez que los veo sonreír, llorar o soñar.
La lectura me atrapa. Ese hombre que circula camino al campo en un cupé con su compañera parece ser rubio y de cabello largo. No los describe el autor, pero lo imagino, como el traje de baño de la señora que, muy estilada, se recuesta al lado de una piscina a tomar un poco de sol con su largo cabello negro y un traje de baño que supongo no es el único que tiene, ya que cambiar de modelo y de color según la ocasión.
Cuando busca a su compañero, esa malla tan pequeña y sensual, evidentemente, insinúa lo que el autor provocará con sus palabras. Supongo todo lo que comenzará a detallar en el encuentro, o tal vez lo deje a mi imaginación y entre a la casa ignorándola por completo. A veces me imagino corriendo por ese campo que describe, o desnuda sobre una cama a oscuras y en un profundo silencio casi aterrador, y otras, comienzo a recordar los aromas de un almuerzo junto a mis padres allá lejos y hace tiempo, con aquel vestido color lila que nunca me gusto, pero a diario lo buscaba, no supe nunca si para recordar que ese color me traía nostalgias alegrías o recuerdos.
Las páginas corren como las paradas del colectivo y durante varios minutos, me enojo con el autor, sonrió, me sonrojo, me emociono y creo hasta excitarme en algunos momentos donde detalla sutilmente una situación amorosa en el lugar más insólito antes jamás imaginado, pero vuelvo a la realidad, cerrando el libro, cuadras antes de llegar a la parada que me dejara a metros de mi casa, donde la vida continua cotidianamente, pero me quedo pensando a diario quien será el protagonista, quien el autor, será verdad lo que cuenta, o solo será el producto de la imaginación.
Cuestiones que a diario me hago entre la realidad y la fantasía que nunca sabré, trampas del autor que pones para que lectores como yo, nos hagamos, o no, si algún día encuentro a alguno, se lo preguntaré, o no, quizás sea mejor seguir pensando la historia que yo me arme, el día que encuentre algún autor, decidir si pregunto, o no.




 Tu voz se me hizo tango
en el tono sostenido de la madrugada,
donde las penas del pasado
se entrelazan con las luces de la ciudad,
y tus susurros acarician mis sentidos,
como un bandoneón que se desgarra en la penumbra.
Caminamos juntos, paso a paso,
por las calles de un loco Buenos Aires,
donde el eco de un viejo bandoneón
acaricia el aire con su melancolía,
y en cada esquina, nuestros cuerpos se rozan,
dibujando siluetas de pasión y deseo.
Revivimos momentos,
dibujando con nostalgia y esperanza
un nuevo camino de amor y sueños,
día a día, noche a noche,
entre suspiros y besos furtivos,
nuestros corazones laten al compás del bandoneón.
Entre tangos y rock,
la ciudad nos abraza,
testigo de palabras cargadas de sentimiento,
de una poesía romántica que nace en cada esquina,
donde tus labios se encuentran con los míos,
y el tiempo se detiene en un susurro eterno.
Buenos Aires, la ciudad duerme, 
y nos regala su magia en cada rincón.
Nosotros, tomados de la mano,
recreamos el mundo con cada paso,
nuestros cuerpos se funden en la danza,
y en el calor de la noche, somos uno.
Las estrellas nos observan,
testigos silenciosos de nuestra entrega,
y en cada rincón oscuro,
nuestras almas se buscan,
se encuentran y se pierden,
en un vaivén de amor y deseo.
Así, entre tangos y caricias,
entre suspiros y miradas,
forjamos un camino de pasión y ternura,
donde cada paso es una promesa,
y cada beso, una eternidad.
 El sol en tus ojos y la sombra en el bolsillo,
así caminamos la vida,
bajo el cielo estrellado,
donde cada ruta es un sendero de sueños.
Tomados de la mano,
día a día, compartimos
las risas y los silencios,
las miradas que hablan
y los susurros que callan.
Recorremos las rutas
bajo el manto de las estrellas,
cada paso un latido,
cada respiro, una promesa.
El tiempo se convierte en aliado,
dejando atrás las diferencias
de los años pasados,
donde el amor florece
en cada rincón de nuestras almas.
En tu mirada, veo amaneceres,
en tu sonrisa, el calor del sol,
y en cada gesto, la ternura
que abrigamos con comprensión.
Nuestros corazones laten al unísono,
como un tango eterno,
donde la melodía del amor
se escribe con caricias y besos.
Bajo el cielo de Buenos Aires,
la ciudad más linda del mundo,
nos encontramos en cada esquina,
donde el pasado se desvanece
y el futuro se teje con esperanza.
Entre tangos y murmullos,
caminamos la vida,
recreando un mundo nuevo
día a día, noche a noche.
Los recuerdos se mezclan
con los sueños venideros,
y en cada paso compartido,
construimos un presente
lleno de amor y ternura.
Así, entre el sol de tus ojos
y la sombra en el bolsillo,
seguimos caminando,
juntos, siempre juntos,
por las calles de la vida,
bajo las estrellas,
en un baile eterno de amor.

sábado, 13 de julio de 2024

 Tarde de sol sobre la ciudad y en mí,
tu voz se desliza en susurros sutiles,

tus palabras tejen un lienzo de ternura
momentos cálidos, siempre.
Cada rayo de sol que acaricia la calle,
lleva tu esencia en su brillo dorado,
y en la brisa suave que besa mi piel,
siento tu abrazo, tierno y delicado.
La ciudad se viste de luz y de calma,
reflejando tu risa en cada rincón,
y yo, en el silencio de esta tarde dorada,
me pierdo en tus ojos, encuentro mi poesía.
Tus palabras son fuego que enciende mi alma,
una llama eterna que no se apaga,
y en cada segundo que pasa y se queda,
nuestro amor se fortalece, sin tregua.
Siempre vos, en cada rayo, en cada viento,
en cada instante que el sol ilumina,
mi corazón canta, con amor y contento,
en esta tarde de sol, y vos, siempre divina.

 Tus labios, susurros que invocan vida,
secretos escondidos entre sus pliegues,
saben a miel y a eterna sabiduría,
a momentos eternos, donde el tiempo se detiene.
Cuando me besas, el universo conspira,
las estrellas susurran secretos,
y en el silencio de la noche,
nuestros cuerpos se hablan,
en un lenguaje secreto y único.
Tu piel, suave como el terciopelo,
se entrelaza con la mía,
y en ese abrazo infinito,
la realidad se disuelve,
dejando solo el perfume de tu presencia.
Eres la musa de mis sueños,
el deseo hecho letra a letra,
y en cada rincón de tu ser,
encuentro la inspiración,
para escribir esta poesía,
que es tanto tuya como mía.
Déjame explorar cada rincón de tu ser,
descubrir los misterios de tu alma,
y que en cada encuentro,
nuestros cuerpos hablen,
el lenguaje de la vida.


 La suavidad de tu cabello,
se desliza entre los dedos
de mi mano, cual terciopelo,
en un sueño sin enredos.
Cada hebra, un susurro,
un secreto al oído,
en la calma de la noche
donde todo no está perdido.
Los hilos dorados caen,
como cascada de luz,
iluminando el camino,
donde siempre estás vos.
Se entrelazan en mis sueños,
como redes invisibles,
y en la bruma de la luna,
se vuelven casi tangibles.
Es un tacto delicado,
que despierta los sentidos,
un roce que cuenta historias,
de momentos compartidos.
La brisa juega con ellos,
en un baile sin final,
mi corazón se pierde
en ese vaivén ritual.
Tus cabellos son la seda
que envuelve la esperanza,
y en su contacto fugaz,
mi alma siempre descansa.
Son como hilos de un lienzo,
pintando nuestro destino,
tejiendo juntos un mundo
en cada roce divino.
Así, en la quietud de la noche,
entre sombras y destellos,
mis dedos se enredan suaves
en la magia de tu cabello.


 Te escucho en el silencio,
donde la noche guarda secretos,
susurrando tu nombre en cada sombra,
en cada rincón quieto.
Te veo en la oscuridad,
en el misterio de la noche profunda,
tu figura se dibuja en mis sueños,
como un faro que nunca se esfuma.
Tu perfume de mujer
inunda mis sueños con su encanto,
es un rastro de dulzura y deseo,
que en mi mente siempre planto.
Es una fragancia sutil,
que despierta mis sentidos,
cada nota es una caricia,
que en mi alma dejo prendida.
Te escribo en la memoria,
como única, incomparable,
un poema eterno y vivo,
de amor inagotable.
Tus ojos, dos estrellas,
que iluminan mi camino,
tu sonrisa, un suspiro,
que desvanece mi desatino.
Tus palabras son melodías,
dulces notas que me embriagan,
en cada verso que te nombro,
mi corazón se desata.
Eres la musa de mis sueños,
la dueña de mis pensamientos,
en cada rincón de mi ser,
tu amor es el sustento.
Eres el alba que despierta,
la luz en mi oscuridad,
el calor en mi frío invierno,
la verdad en mi verdad.
En el eco de tus pasos,
en el roce de tu piel,
encuentro la paz y el anhelo,
de un amor que sabe a miel.
Tus labios, pétalos de rosa,
que invitan a un beso eterno,
son la promesa de un deleite,
que enciende mi deseo interno.
Tus manos, suaves y cálidas,
recorren mi piel con dulzura,
en cada toque se desatan,
tormentas de lujuria.
El roce de tu cuerpo junto al mío,
es un fuego que arde sin cesar,
una llama que consume el tiempo,
en un abrazo singular.
Tus suspiros son la música
que acompaña nuestra danza,
en la penumbra de la noche,
donde se encuentra la esperanza.
Tus caderas, sinuosas y firmes,
me guían en un viaje infinito,
en un vaivén de emociones,
donde el placer es exquisito.
En cada encuentro, cada abrazo,
nuestras almas se entrelazan,
y en el calor de tu presencia,
mis sentidos se desbordan y arrasan.
Eres el anhelo constante,
la pasión que nunca cesa,
en cada momento contigo,
encuentro una nueva promesa.
Te escucho en el silencio,
te veo en la oscuridad,
tu perfume de mujer,
es mi dulce realidad.
Así, en la quietud de la noche,
y en el fulgor del día,
te nombro con devoción,
mi única y eterna poesía.


 Acunándote entre mis brazos,
la tarde es una fiesta de colores,
junto al río en el delta del Tigre,
donde el amor despliega sus flores.
La suave brisa acaricia tu cabello,
mientras el sol se va despidiendo,
pintando el cielo con tonos de fuego,
y nuestros corazones latiendo.
La luz dorada del ocaso
baña tu rostro sereno,
y en el reflejo del río
se crea un cuadro pleno.
Tus ojos, llenos de misterio,
observan el horizonte lejano,
y en el silencio compartido,
nuestros sueños se dan la mano.
El río canta su melodía,
una sinfonía suave y clara,
mientras el día se desvanece,
y la noche nos prepara.
Cada caricia es un suspiro,
cada susurro una promesa,
mientras el sol se oculta lento,
dejando atrás su belleza.
Las sombras empiezan a danzar,
al compás del río en calma,
y en ese vaivén tranquilo,
encuentro paz para mi alma.
Tu perfume se mezcla con el aire,
un aroma dulce y envolvente,
y en ese instante eterno,
somos uno, somos siempre.
El delta nos abraza suave,
con su manto de misterio,
y en este rincón sagrado,
nuestro amor es el epicentro.
Las estrellas comienzan a brillar,
como testigos silenciosos,
de este amor que florece,
en momentos tan preciosos.
El río, en su constante fluir,
lleva nuestros sueños y anhelos,
y en la quietud de la tarde,
se desatan nuestros velos.
Así, acunándote entre mis brazos,
contemplamos juntos el ocaso,
en la maravillosa costa del delta,
donde el amor es nuestro lazo.
Y mientras el sol se esconde,
dejando un rastro de luz y calma,
sé que en este lugar y momento,
nuestros corazones encuentran su alma.



 En la penumbra suave de la noche,
bajo la luna plateada y brillante,
nos encontramos, dos almas curiosas,
buscando refugio en el calor del otro.
Tus ojos, luceros que iluminan el camino,
reflejan las estrellas con un fulgor divino,
y en tu sonrisa, veo la promesa del amanecer,
que enciende mi alma.
Tus palabras son susurros del viento,
melodías que acarician mi oído,
y en cada frase que pronuncias lento,
me pierdo, me encuentro, y vivo.
Nos rodea el silencio, cómplice fiel,
testigo mudo de nuestro encuentro,
mientras el río murmura su canción,
y nos invita a soñar despiertos.
Tus manos, suaves como pétalos de rosa,
rozando mi piel con delicadeza,
y en cada caricia, una promesa,
de un amor que podría ser, sin prisa.
Tus labios, tiernos como el rocío,
se acercan tímidos, llenos de deseo,
y en ese instante, siento el universo,
conspirar a nuestro favor, sincero.
Nuestros abrazos, danzantes en la oscuridad,
se entrelazan, se buscan, se encuentran,
y en cada movimiento, una verdad,
de un amor que no se ausenta.
La noche avanza, el tiempo se detiene,
y en tu presencia, encuentro mi lugar,
donde el amor florece, aun en germen,
donde juntos, nuestros sueños podrían iniciar.
La luna, testigo de nuestra incipiente pasión,
se oculta tras las nubes, celosa,
y la madrugada, nos descubre,
en un abrazo sutil, sin despedida.
Porque en vos, mi amor, he encontrado,
la promesa de cada suspiro, de cada latido,
y en este rincón del universo compartido,
nuestra historia podría ser forjada.

domingo, 7 de julio de 2024

 Cuando los planetas se alinean,
el cosmos susurra un nuevo comienzo,
como si el universo se inclinara,
para que los sueños sean inmensos.
Las estrellas brillan con fervor,
trazando caminos en el cielo,
y en el corazón nace un fervor,
de esperanza, de amor y anhelo.
Las distancias se vuelven un eco,
y el tiempo danza en espirales,
todo lo imposible es un reflejo,
de deseos que cruzan umbrales.
El encuentro se hace realidad,
como un milagro del destino,
y en cada latido, la verdad,
se transforma en un divino camino.
Porque cuando el cosmos conspira,
todo se alinea con gracia,
y en el alma se inspira,
un mundo nuevo que nos abraza.


 La luna sobre el obelisco,
centinela de memorias y susurros,
Buenos Aires duerme, envuelta en nostalgias,
y la calle Corrientes, en su letargo,
perdió el bullicio en las librerías.
Entre las hojas de viejos libros,
resuena un eco de tiempos idos,
donde poetas de antaño
escribían con tinta de sueños.
En las sombras de la ciudad,
bailan las estrellas al compás
de tangos que se disuelven
en el aire, como fantasmas.
El río, testigo silente,
refleja la tristeza
de faroles que iluminan
veredas desiertas y adoquines
que cuentan historias
de amores perdidos y reencuentros.
Las plazas, vacías, guarecen murmullos
de conversaciones olvidadas y besos furtivos
bajo la mirada celosa de jacarandás.
Los árboles susurran secretos
a la brisa nocturna y en cada rincón
se respira el aroma de una época
que se resiste a desvanecerse.
Las avenidas solitarias dibujan senderos
hacia recuerdos dorados,
donde las luces de los cafés aún titilan,
invitando a soñadores a compartir sus historias.
Los viejos bares, guardianes de promesas rotas,
se llenan de sombras a puertas cerradas
que brindan por un tiempo que algún día volverá.
En cada esquina, la nostalgia teje su manto,
y en el silencio de la noche, se escuchan los pasos
de aquellos que alguna vez hicieron de esta ciudad
su refugio y su hogar.
Buenos Aires, con su alma antigua, abraza la melancolía
de una luna que, imperturbable y eterna,
vigila desde el cielo, recordándonos que,
en el corazón de cada ciudad,
vive una historia de amor y pérdida
escrita en las estrellas.

Entre Vos y Yo. +

El brillo de tus ojos, el color de tu cabello y la sensualidad que despliegas en cada palabra de enojo, solo está en vos, en las canas que e...