Bajo las estrellas que brillaban
tímidamente detrás del olivo,
se extendía un paisaje de calma,
donde las calabazas formaban
un pintoresco jardín.
La suave brisa acariciaba mi piel
y susurraba secretos al oído de la luna,
que comenzaba a despegarse
de su cerco de canto, como si quisiera
escapar hacia lo desconocido.
en una ruta cubierta de densa neblina,
llevando conmigo un poema y una solitaria flor.
Caminaba hacia un desierto de incertidumbre,
sin saber cuándo ni cómo llegaría,
sin un mapa claro que me guiara.
Solo el alcohol inundaba mis venas,
convirtiendo mi realidad
en una sombra difusa e impredecible.
El país, en plena decadencia, y la sociedad
perdida en la falta de rumbo,
me hacían derramar lágrimas silenciosas.
Un grito, un secuestro virtual, un adiós amargo.
Entre el cielo, la tierra y el olvido,
buscaba la dignidad en un túnel
oscuro que parecía no tener salida.
La tenue llovizna caía sobre mí
como una ducha purificadora
en un sábado ahogado en la humedad.
El último tango del amanecer sonaba en mi mente,
y mi grito de desesperación se perdía en el sur,
donde la soledad y la ebriedad me abrazaban.
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