Sillón de mimbre acariciando su piel,
susurros ardientes en su voz,
una coquetería que enciende la pasión,
ella se pierde en un rock sensual,
buscando el ritmo que le haga estremecer.
Una mujer insinuante como las flores en la noche,
entre los juncos de la avenida prohibida se desliza,
allí donde la luna es cómplice de sus antojos,
y los suspiros se mezclan en las sombras.
Bailando al compás de un tango sin censura,
caminan los deseos y las caricias secretas,
mientras ella aguarda, con su encanto provocador,
a que la música desate sus instintos más intensos.
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