Veredas de Buenos Aires,
noches de saxo y violín,
al ritmo de una quimera.
Entre ruido, smog y zinc,
las tardes se hicieron largas,
las noches ni qué decir.
Extrañando aquellos diálogos
de metafísica y más allá.
Pero vino el sol radiante
y a la luna te llevó
para conversar de cerca,
en la nube que aún estoy.
Esperando vuelva pronto
la estrella que parió al dios
de las viejas musas,
el mismo que una noche
me abandonó sobre Corrientes,
perdido en café La Paz,
sin libreta ni vieja pluma
donde a vos te escribí
con el alma en la mano,
el día que fugitivamente
el asfalto te fundió.
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