y vino blanco frappé.
La mesa redonda y baja,
jazmines, velas

en el rincón que yo armé,
para vos dulce mujer
de las cosas simples que,
entre páginas
de papel azulado,
como el color de tus ojos,
te esperan, para escribir,
la última poesía en la noche
de la eterna soledad,
antes de tu fugitiva partida.
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